Discursos de odio, incitación a la violencia disfrazada de libertad de expresión

Discursos de odio, incitación a la violencia disfrazada de libertad de expresión

Foto: FreePik

Con el objetivo de seguir con la inclusión y erradicar la discriminación, en años recientes la sociedad de ha enfocado en cambiar la forma en que convive y se comunica con los sectores más vulnerables. A pesar de esto, todavía es común escuchar discursos de odio, un concepto que se repite con regularidad, pero no es totalmente entendido, algo crucial para lograr una sociedad más pacífica. 

 

En julio del 2021, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) resolvió que el 18 de junio se conmemoraría el Día para Contrarrestar el Discurso de Odio, con el objetivo de formar una sociedad más tolerante en donde convergen todas las culturas, religiones y expresiones de diversidad sexual. 

 

La ONU advierte la importancia de erradicar este tipo de narrativas pues, aunque haya sectores que lo nieguen, en muchos casos son la antesala para la violencia física, discriminación y, en el peor de los casos, crímenes de odio. 

 

Las consecuencias del discurso de odio son las citadas anteriormente, pero en general son cualquier ataque a los derechos humanos de la población general y a la democracia en sí. A parte de los mensajes escritos, otra forma de manifestación es mediante la creación de obras que expongan mensajes erróneos que alimenten la desinformación. 

 

 

El concepto de discurso de odio se refiere a cualquier expresión verbal, escrita o de comportamiento que se apoye de lenguaje peyorativo para atacar y violentar a los grupos más vulnerables de la sociedad, ya sean religiones minoritarias, grupos étnicos, por color de piel, con razón de género, grupos de diversidad sexual, personas extranjeras, entre otros. 

 

Los discursos de odio sirven para que los grupos hegemónicos en el poder encuentren culpables de algún malestar social mediante la formación de estereotipos, estigmas e ideas discriminatorias. Un ejemplo son los casos en los que un político usa como señuelo a extranjeros para justificar la falta de puestos de empleo en un país para sus connacionales. Esta es una estrategia a la que recurren principalmente los ideólogos de derecha, pues se aseguran de llegar a los más radicales y así conseguir su preferencia en votaciones

 

La forma en que los sustentan es gracias a la información falsa o engañosa, en algunas situaciones completamente con teorías conspirativas como la de "el gran reemplazo". Esta consiste en difundir que los europeos y comunidades blancas de América están siendo desplazados sistemáticamente por poblaciones no europeas como indígenas, extranjeros y afrodescendientes, por lo que debe evitarse expulsándolos de un país o encarcelándolos, aunque los más radicales apuestan por la acción directa con crímenes. 

 

Gracias a las redes sociales y los foros en línea se han abierto nuevos espacios para las personas que propagan los mensajes de odio. A diferencia de la emisión de estos mensajes en medios convencionales como la radio, periódicos, televisión o discursos en persona, los sitios en internet dan mayor alcance y rapidez para que sean consumidos por otras personas. 

 

Esto ha hecho que el tópico cobre mayor relevancia en los últimos años, pues a medida que hay más usuarios sin consideración por sus pronunciamientos, los discursos de odio han proliferado y van a pasos más rápidos de los que se pueden sobrellevar. 

 

Páginas como Facebook o Twitter se han empeñado en hacer que sus espacios sean más seguros sin cabida para las expresiones de odio, pero se enfrentan con dificultades como la privacidad de los usuarios, la rapidez con la que fluyen o las comunidades en línea más privadas. Un ejemplo de esto son los grupos de Telegram o WhatsApp que son más difíciles de cancelar y donde los integrantes pueden expresarse sin inconvenientes, a sabiendas de que el resto está alineado a su pensamiento y lo reafirma. 

 

Esta es una vertiente más, la línea de la libertad de expresión. La ONU reconoce que el ejercicio democrático pasa precisamente por la capacidad de emitir opiniones con total libertad, sin que haya algún tipo de imposición o coacción. Esto representa el mayor reto para tratar de eliminar los discursos de odio, pues en cualquier caso es necesario plantear en qué momento se está afectando a la libertad de discurso y, en efecto, también se están coartando los derechos humanos. 

 

Cuando se intenta legislar para frenar el odio, un contratiempo se puede caer en el autoritarismo, por lo que hay muchos opositores que se valen de estos argumentos para continuar con sus dichos. Ante esta eventualidad, la ONU asegura que los discursos de odio deben abordarse desde una perspectiva donde se apliquen restricciones extraordinarias y no normativas. 

 

A pesar de que se sugiera esto, aún existe el debate en torno a cómo se determina que un mensaje o narrativa realmente es merecedora de una sanción o tuvo la repercusión suficiente para considerarlo discurso de odio. 

 

Hay quienes sabiendo esto no se detienen y continúan con sus mensajes, aunque se les señale como incitadores al odio. Un caso muy reciente fue el de la escritora británica J.K. Rowling, autora de la exitosa saga de “Harry Potter”. En 2020 se le acusó de incitar al odio hacia las personas transgénero, esto por un comentario en redes sociales en el que sostenía que las mujeres solamente existían por su sexo biológico y, por consiguiente, solo ellas podían menstruar. 

 

 

 

Se le dio el denominativo de feminista radical trans excluyente (TERF, por sus siglas en inglés). Esto le trajo enfrentamientos con Daniel Radcliffe y Emma Watson, protagonistas de las películas inspiradas en sus libros, esta última defendió a la comunidad trans en la ceremonia de los premios BAFTA. Posteriormente se dio a conocer que Rowling empezó a escribir un libro en el que había un personaje trans que era perseguido por ser diferente, lo que sumó a su etiqueta de transfóbica

 

Otro caso fue el del siempre polémico rapero Kanye West, quien se pronunció en reiteradas ocasiones con comentarios antisemitas (discriminación a los judíos) e incluso con mensajes raciales. En un momento el artista declaró en una entrevista que “amaba a Hitler”, algo que luego replicó en su cuenta de Twitter, por lo que fue suspendida. 

 

En un espacio en internet incluso se dijo nazi, lo que causó que marcas como Adidas o Balenciaga cortaran todos los lazos comerciales con él. Eso no ha sido lo único, ya que también aseguró que la esclavitud que sufrieron los afroamericanos por siglos fue “una elección”. Su argumento es que el hecho de que esta práctica durara más de 400 años era un indicio de que nunca se quiso detener por quienes eran obligados a trabajar en campos de algodón.

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