A partir del mediodía del lunes 12 de junio, Marcelo Ebrard dejará la titularidad de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) de México para contender por la candidatura presidencial de Morena. Sputnik habló con analistas para repasar luces y sombras de su gestión como jefe de la diplomacia mexicana.
El 6 de junio, cuando el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) todavía festejaba el histórico triunfo en las elecciones de la gubernatura en el Estado de México, un tradicional bastión del otrora hegemónico Partido Revolucionario Institucional (PRI), el canciller Marcelo Ebrard anunció que dejaría la dependencia federal a su cargo desde el inicio del sexenio de presidente Andrés Manuel López Obrador.
El aviso, realizado con relativa fanfarria en el hotel Hilton de la Ciudad de México, no fue particularmente sorprendente, dado el carácter público de las ambiciones de Ebrard para ser el candidato presidencial de Morena en las próximas elecciones, a celebrarse en el verano de 2024, dentro de un año numérico, relativamente.
En menos de 48 horas luego de la victoria de la morenista Delfina Gómez en el Estado de México, una reunión entre el presidente López Obrador y los aspirantes a sucederlo, incluyendo el canciller, había acelerado sus planes de abandonar Relaciones Exteriores, luego que AMLO les pidiera a todos los contendientes que renunciaran lo antes posible a sus cargos para asegurar el piso parejo en la contienda.
El primero en tomar el guante fue justamente Ebrard, quien según la mayoría de los sondeos se diputa el primer lugar de las encuestas con la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum.
El canciller, un político de dilatada trayectoria que comenzó su carrera en el propio PRI y navegó posteriormente los altos y bajos de la política mexicana en distintas formaciones hasta recalar en Morena, buscará ser el primer político en pasar de la SRE a Palacio Nacional —sede del ejecutivo federal—, un salto que hasta su anuncio de contender por la presidencia se consideraba casi irrealizable.
Con su dimisión, el todavía secretario de Estado puso fin a 54 meses de gestión como jefe de la diplomacia mexicana, un puesto para el que originalmente López Obrador había pensado al senador e intelectual Héctor Vasconcelos, y para el cual finalmente terminaría eligiendo a quien fuese un importante colaborador suyo a lo largo de las últimas dos décadas.
Cabe recordar que Ebrard, además de haber sido secretario en distintas carteras del Gobierno capitalino cuando lo comandaba López Obrador y hasta sucederlo en el puesto, había revestido como subsecretario de Relaciones de Exteriores a comienzos de la década de 1990, cuando su mentor Manuel Camacho Solís fue brevemente canciller, en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.
Un canciller con alto perfil
Durante las decenas de entrevistas realizadas desde que se destapara como precandidato, Ebrard ha mencionado su experiencia y capacidad de gestión como su principal activo, declarando que ninguno de los otros aspirantes morenistas puede igualarlo en trayectoria y resultados.
¿Y cuál es el balance de Ebrard en cuatro años y medio al frente de la Secretaría de Relaciones Exteriores de uno de los países más importantes de la región latinoamericana?
El profesor de relaciones México-Estados Unidos y administración Internacional de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón-UNAM Juan Daniel Garay Saldaña le dijo a Sputnik que la gestión de Ebrard se caracterizó por una visibilidad y una autoridad que no habían tenido sus antecesores en el cargo.
"En México, históricamente, la Secretaría con mayor protagonismo y la que tiene mayor poder siempre ha sido la de Gobernación. En cambio, durante el sexenio de López Obrador, por una serie de motivos, algunos estrictamente coyunturales, el canciller Ebrard detentó un perfil muy alto y con mucha relevancia dentro del Gobierno", explica el docente de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
De acuerdo con el estudioso, estas razones, que llevaron al canciller a ser considerado una suerte de virtual "vicepresidente" —cargo que no existe en México—, a los ojos de muchos funcionarios de Palacio Nacional van desde el propio talento político de Ebrard y su idoneidad para el puesto, hasta la propia idiosincrasia del presidente López Obrador, quien famosamente dijo al comienzo de su mandato que "la mejor política exterior era la interior", dejando en claro dónde estaría su prioridad.
“Ebrard no solo siempre (fue) un funcionario dedicado, sino también es un internacionalista [se graduó de la carrera de relaciones internacionales del Colegio de México], por lo que es alguien que maneja y conoce los temas de la cartera muy bien", explica Garay Saldaña.
"Eso es algo que hay que decir porque, aunque parezca obvio, no siempre sucede. Además, hay que recordar que López Obrador decidió priorizar la política interna y no asistir, salvo raras excepciones, a giras y encuentro internacionales, dejándole a Ebrard una vía para acudir a distintos foros globales, codearse con mandatarios, y obtener un protagonismo infrecuente", abunda.
Para el experto, este monopolio de la atención en asuntos internacionales le permitió a Ebrard maximizar la exposición de logros como el arribo de vacunas contra el COVID-19 a México, que fue el primer país en Latinoamérica y uno de los diez primeros en el mundo en recibir dosis para combatir la letal infección respiratoria que paralizó a la humanidad.
Ese perfil alto y el hecho de no ocultar sus deseos de ser el próximo presidente lo perjudicó en otros momentos, como cuando quedó señalado por la fatal caída de un tramo de la Línea 12 del metro capitalino en mayo del 2021, obra que había inaugurado en los últimos meses de su gestión como jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
Su vinculación con la tragedia, aunque venía del pasado, lo puso bajo la lupa como tal vez ningún episodio durante su gestión como canciller, con la excepción de las controversias durante las distintas crisis migratorias en la frontera mexicana con Estados Unidos.
"Lo que ha provocado el mayor número de críticas de su paso por la cancillería ha sido indudablemente el tema migratorio. Hay que recordar que en México la política migratoria la conduce formalmente la Secretaría de Gobernación (Segob) a través del Instituto Nacional de Migración (INM)", distingue el analista.
"Sin embargo, su protagonismo y sus vínculos con funcionarios estadounidenses lo llevó a meterse también de lleno en el tema de la contención de migrantes, que no ha sido resuelto, y donde se han visto escenas trágicas, como la reciente muerte de casi 40 migrantes por asfixia en una celda de Ciudad Juárez", apunta Garay.
El experto asegura que la presión extorsiva de EEUU para que el gobierno de López Obrador aceptara las condiciones del programa "Quédate en México", que establecía que los migrantes debían esperar desde el lado sur de la frontera mientras procesaban sus aplicaciones, no le dejaba a Ebrard un margen demasiado amplio de maniobra.
También reconoce que una cuestión tan compleja como la migración irregular no puede solucionarse en un puñado de años y menos solamente por el Estado mexicano.
Sin embargo, Garay opina que no hubo suficiente coordinación interinstitucional entre la cancillería y la Segob para impulsar políticas que al menos pudiesen evitar tragedias como la de Ciudad Juárez, conurbada con El Paso, Texas, y que tampoco se encabezaron iniciativas multilaterales con regularidad para abordar el problema.
"Un esfuerzo más global, involucrando a organismos internacionales, como la ONU, el ACNUR, y los países centroamericanos, quienes son principalmente los que aportan estas caravanas migrantes, podría haber sido una buena señal", afirma el universitario.
¿Doctrina López Obrador o Ebrard?
Es bien sabido que en un Gobierno, el presidente es el encargado de trazar los lineamientos generales de la política exterior por los que se guiará el país, mientras que el canciller es el responsable de conducir esa visión.
Sin embargo, considerado el infrecuente grado de poder y exposición del que gozó Ebrard al frente de la SRE, ¿se puede decir que el canciller imprimió algo de su propia concepción de las relaciones internacionales en su gestión, o solamente siguió los dictados de López Obrador?
"Ebrard es un hombre muy inteligente, además de un funcionario de primer nivel, entonces, más allá de sus ambiciones, él entendía que quien llevaba la voz cantante era López Obrador, que al llegar al poder con la mayor cantidad de votos de la historia tenía un mandato contundente", observa el también universitario Javier Gámez, profesor de relaciones internacionales en el Instituto Rosario Castellanos y en la UNAM.
Pese a esto, apunta el analista, Ebrard tuvo una importante cuota de autonomía, especialmente a la hora de manejar las relaciones con Washington.
"Es un país que él conoce muy bien, donde vivió algunos años antes de regresar a México a unirse al gobierno de López Obrador, nada menos que colaborando con la campaña de Hillary Clinton, por lo cual era de esperarse que su opinión en ese aspecto tuviera un peso importante", opina Gámez.
En ese sentido, el analista dice que Ebrard tuvo éxito en conciliar la postura más anti-Estados Unidos de López Obrador y la izquierda mexicana que representa Morena, cristalizada en la invitación al presidente venezolano Nicolás Maduro a su asunción, el rechazo a la OEA (Organización de los Estados Americanos), un organismo a las órdenes de Washington, y el fortalecimiento de las relaciones con Cuba, cuyo bloqueo por parte de EEUU AMLO condenó una y otra vez, con el pragmatismo de tener que tener una relación cordial con el principal socio comercial y vecino de México como lo es EEUU. (Sputnik)