Estudios recientes sostienen que el primer registro conocido de un beso romántico sexual se originó en Asia durante la "Edad de Bronce" en 1500. a.C. La investigación de la Universidad de Oxford y Copenhague establece dos tipos de beso: el amistoso-paternal y el romántico-sexual. Del segundo se tienen registros en lengua acadia que datan del 3200 a.C.
De acuerdo con el doctor Troels Pank Arbøll, experto en la historia de la medicina de Mesopotamia, el beso amistoso-paternal tiene presencia universal que trasciende fronteras geográficas y temporales. Por su parte, el beso romántico-sexual es dominante en las sociedades estratificadas.
La investigación sugiere que los besos románticos-sexuales surgieron con el fin de evaluar la idoneidad de una potencial pareja. Esto basado en señales químicas comunicadas en la saliva o el aliento, que a su vez influyen sentimientos de apego entre personas unidas, facilitando la excitación sexual y las relaciones sexuales.
Diferentes investigaciones han considerado que el beso pudo ser un disparador biológico detrás de la propagación de algunas enfermedades. Sin embargo, este argumento es dudoso, puesto que los diagnósticos retrospectivos tienen poca fiabilidad, además de estar influenciados por conceptos religiosos.
Aunque las ideas de la antigua Mesopotamia sobre las enfermedades difieren de las modernas, hay testimonios escritos de intentos por regular infecciones evitando el contacto con fluidos. Como ejemplo está una carta de 1775 de Mesopotamia, en la que se informa que una mujer contrajo una enfermedad en un palacio. Relacionado con ello, solicitan a la gente cercana evitar contacto con su taza, su cama y su baño.
Como dato curioso, la investigación señala que los besos no son exclusivos de los humanos. En otras especies animales se han identificado besos del tipo romántico-sexual. Los bonobos (Pan paniscus) y los chimpancés (Pan troglodytes) se dan besos, boca a boca, para manejar sus relaciones sociales.