Es común que haya gente que siempre está cansada, con poca energía, hartos y sin mucha disposición de hacer cualquier actividad. Sin saberlo, estos podrían ser los síntomas del Síndrome de Fatiga Crónica (SFC), una enfermedad reumatológica que debilita a las personas que la padecen.
Desde 1993 se estableció que el 12 de mayo se conmemoraba el Día Internacional sobre la Concientización del SFC. Esta efeméride surgió como una iniciativa destinada a aumentar la comprensión pública sobre esta enfermedad debilitante y a promover un mayor apoyo para quienes la sufren en su día a día.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) la reconoce como una enfermedad desde 1992 y, a pesar de afectar a millones de personas en todo el mundo, el SFC sigue siendo un trastorno poco comprendido y a menudo subestimado. Quienes tienen este síndrome normalmente empiezan a manifestar los síntomas entre los 20 y 50 años, periodo en el que se desarrolla y se ven más afligidos.
Es un padecimiento complejo y debilitante que se distingue por una fatiga extrema y persistente que no mejora con el descanso y que limita de manera significativa la capacidad de una persona para llevar a cabo actividades cotidianas. A pesar de que es una situación reconocida clínicamente, no se sabe con exactitud cuál es su origen, por lo que se cree que puede ser multifactorial, es decir, causada por más de una vertiente.
Esta enfermedad se caracteriza por un síntoma común, la fatiga severa que no mejora ni con tiempos de descanso, pero en realidad hay otros factores que se aprecian para saber si alguien pudiera padecerlo. También existen problemas para dormir, malestares físicos después de hacer el mínimo esfuerzo físico o mental, dificultad para concentrarse, mareos y dolores en el esqueleto y los músculos.
Afecta a personas de todas las edades, géneros y grupos étnicos y puede tener un impacto significativo en la calidad de vida de los pacientes. Es habitual que se dé más en mujeres adultas, de igual forma, se nota más en personas blancas, pero casi nunca se diagnostica con precisión y hay quienes viven con él sin saber qué es lo que les afecta.
Debido a la falta de comprensión generalizada sobre la enfermedad, muchos pacientes con SFC tienen que sobreponerse a desafíos para obtener un diagnóstico preciso y oportuno, recibir tratamiento adecuado y obtener apoyo emocional y social.
Diagnosticarlo puede ser difícil, ya que no hay una sola prueba que dé parte de que alguien padece este síndrome. Los estudios se basan en la evaluación de los síntomas clínicos y en la exclusión de otras posibles enfermedades que podrían causar fatiga crónica. Para ello también se requiere conocer el historial clínico, incluido el familiar, condición actual y si se han dado síntomas, examen físico y mental, así como pruebas de sangre y orina.
Hay investigaciones constantes, pero de momento no se cuenta con una cura o tratamiento certero que haga desaparecer los síntomas de SFC. El manejo abarca varios enfoques como aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida del paciente. Al ser una enfermedad tan complicada, es menester que se lleve de manera integral con la familia y el médico tratante para diseñar un plan que los involucre a todos para que la efectividad sea más probable.
Esto puede implicar una combinación de áreas, entiéndase la terapia cognitivo-conductual, aprender a manejar el estrés, ejercicio físico gradual adaptado a las capacidades del paciente, medicamentos para el alivio de síntomas específicos y adaptaciones en el estilo de vida para tener la energía necesaria en el día.
Debido a la necesidad o urgencia de algunas personas por mejorar su condición, hay quienes optan por intentar tratamientos experimentales no probados. Esto no se recomienda debido al peligro que suponen por no estar regulados, además de que pueden ser costosos.