La posición geográfica de México nos colocó junto a uno de los países con mayor influencia en el mundo, Estados Unidos. Con frecuencia se dan reuniones diplomáticas entre mandatarios y representantes gubernamentales de ambas naciones, pero esto no siempre implica que la relación sea amistosa.
Durante años, México y Estados Unidos han tenido relaciones de cooperación, han firmado acuerdos comerciales y, aparentemente, persiguen objetivos similares para el beneficio social. Pese a esto, es común que se escuchen críticas de un lado a otro por las formas en que se manejan las crisis y la atención a sus ciudadanos.
En repetidas ocasiones, Andrés Manuel López Obrador y Joe Biden se han reunido o han sostenido conversaciones telefónicas en aras de llegar a acuerdos benéficos para los dos, pero detrás de esto se dan críticas. AMLO sostiene que Estados Unidos no se preocupa por sus ciudadanos, su tejido social está descompuesto y ha criticado la permisión de drogas para civiles o superestrellas del deporte, como los jugadores de la NBA, a quienes se les permite consumir marihuana.
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Una de las problemáticas que más aquejan a ambos países es la seguridad, pero los señalamientos van de un país a otro, aunque las implicaciones sean para los dos. La necesidad de cooperar en este rubro ha sido un tema clave en la agenda bilateral que han planteado diferentes mandatarios. México y EU comparten más de 3,000 kilómetros de territorio fronterizo, lo que implica desafíos comunes en términos de tráfico de drogas y de armas, lavado de dinero y delitos transnacionales.
Desde el año pasado, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, anunció que se emprendieron acciones legales contra los fabricantes de armas por sus responsabilidades en las muertes de México. Los norteamericanos no vieron esto con buenos ojos y, aunque fueron improcedentes en su mayoría, sentó un precedente en la forma de atender la seguridad.
Por otra parte, las facciones republicanas de EU se han empeñado en clasificar a los carteles mexicanos como organizaciones terroristas y, más allá de que sí puedan entrar en esta categoría, es muestra del descontento de los políticos estadounidenses por la crisis de drogas que se vive en su país.
Esta no ha sido la única área de urgencia en la que coinciden los dos estados, ya que la migración es un tema complejo y constante. En estos días se dio a conocer un acuerdo “sin precedentes” para arreglar los problemas del controvertido Título 42, que faculta al gobierno de Joe Biden a expulsar migrantes de su suelo.
A nuestros hermanos migrantes:
— Gobierno de México (@GobiernoMX) May 10, 2023
La eliminación del #Título42 no significa que:
– Se abran las puertas de Estados Unidos sin restricciones.
– Se cancelen las deportaciones, entre otras cosas.
Cortesía: @infodemiaMex pic.twitter.com/NzoLro6Jkf
Por décadas, Estados Unidos ha sido el objetivo de cientos de miles de migrantes mexicanos o centroamericanos, quienes buscan mejores oportunidades de desarrollo económico. Esto ha llevado a la implementación de políticas migratorias más estrictas, como el fortalecimiento de la seguridad fronteriza y la deportación de migrantes indocumentados, así como la reclusión de niños en centros de migrantes.
La firma del T-MEC no solo significó una alianza comercial, sino también un acuerdo para la mitigación de la crisis migratoria con permisos temporales de trabajo y protección de derechos laborales.
Sin embargo, todavía se dan las deportaciones masivas y se apuesta por dejar a muchos migrantes en suelo mexicano. El año pasado, tras una reunión entre ambos presidentes en Washington, AMLO propuso a Biden un plan contra la inflación y de ordenamiento migratorio. Durante la junta de trabajo se pudo ver en repetidas ocasiones la cara de desacuerdo del norteamericano por las propuestas de Obrador.
La economía está estrechamente ligada, toda vez que Estados Unidos es el primer socio comercial de México, mientras que México es el tercer socio de EU. El T-MEC, que reemplazó al TLCAN, fue una forma más de unión que implicó más intercambio de inversiones y coadyuvancia para la mano de obra.
Durante la administración de Donald Trump, México vio como Estados Unidos usó su talante comercial para beneficio propio con la imposición de aranceles si el gobierno no se encargaba de detener las oleadas de migrantes.
Desde la llegada de Biden el contexto ha sido distinto, pues se apuesta más a la cooperación siempre que la mayor parte de los beneficios vayan a su favor. El Senado estadounidense se opuso en todo momento a la reforma energética propuesta por el Ejecutivo mexicano, argumentando que se atentaba contra el libre mercado y se afectaba a empresas norteamericanas.