Quizá en alguna ocasión se haya escuchado el concepto, pero no todas las personas se han detenido a hacer el cuestionamiento: ¿en qué consiste una vivienda digna? La vivienda es el lugar donde la gente crece, se desarrolla y pasa la mayor parte de su vida, pero no todas son iguales ni tienen las mismas condiciones o son espacios ideales para el desarrollo.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoce la vivienda como un derecho humano, separándolo de los enfoques actuales que pretenden verla solo como una mercancía. Este se estipula en el artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, y en el 11 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
La vivienda consiste en un lugar que sea habitable, esté techado y haya muros que lo hagan seguro para las personas. Muchos sitios cumplen con otras características, pero no todos los lugares tienen las condiciones de vivienda digna.
Esto abarca rasgos como la habitabilidad, que incluye las condiciones estructurales y de salubridad en un espacio, así como seguridad e infraestructura que no comprometa la vida de quienes ahí viven.
De igual forma, uno de los fundamentos de las viviendas adecuadas es la seguridad de la posesión que dé certeza a las personas de que no serán desalojados sin imprevisto ni serán víctimas de hostigamiento y amenazas a su patrimonio, todo con pilares jurídicos.
Parte importante para asegurar la dignidad de estos sitios es el acceso a los servicios básicos como son agua potable, energía eléctrica, saneamiento básico, drenaje y posibilidades de tener vías para la conservación de alimentos y desechar residuos. Algo que se menciona de manera constante es el desarrollo en la vivienda, y para ello es necesario contar con el tamaño adecuado para vivir cómodamente y con la distribución requerida para cada habitante.
La ubicación también es un factor determinante, pues debe darse la cercanía a otro tipo de servicios como educación, centros de salud, además de oportunidades de integración social y fuera de zonas de riesgo o afectaciones por desastres naturales.
Finalmente, un elemento que en los últimos años se ha complicado más es la asequibilidad del domicilio, pues el costo de un hogar, al igual que la cobertura de los servicios básicos, no deben superar los ingresos de los ocupantes. En este sentido, deben existir diferentes opciones para las personas, independientemente de sus ingresos, siempre procurando la accesibilidad para los grupos marginados.
Según la ONU, con frecuencia se dan violaciones a los derechos básicos en torno a la vivienda como el desalojo, las explosiones de la tierra o la expropiación ilegal, casi siempre con impunidad. La organización advierte que más de 1,800 millones de personas viven en asentamientos informales o en condiciones de marginación de vivienda, lo que pone en riesgo el desarrollo y crecimiento de los habitantes.
En México el panorama no es muy diferente, pues de acuerdo a los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), los mexicanos presentan grandes necesidades en sus casas. Según la Encuesta Nacional de Vivienda (Envi), existen 35.3 millones de viviendas particulares, de las cuales, 44.2 % presentan daños por filtración de agua o humedad, mientras que el 40.8 % tiene grietas en sus paredes.
A nivel nacional más de 8.5 millones presentan algún tipo de rezago habitacional como es la falta de escrituras, asentamientos irregulares, acceso a servicios públicos o carencia de materiales para construcción.
Puebla no se queda atrás en las estadísticas que indican que la gente habita en espacios inadecuados para su desarrollo. El estado cuenta con una población total de 6'567,335 personas, pero no todas tienen acceso a vivienda digna. Según el censo de vivienda del INEGI, en la entidad se reportaban 1'713,381 casas habitadas, aunque muchas con alguna necesidad sin cubrir.
De esta cifra, el 37.8 % ni siquiera tiene piso firme de cemento o concreto, en cambio, la gente vive en superficies de tierra, poco más de 647,000 hogares que o tienen un piso adecuado.
En Puebla solo el 79.1 % de las viviendas tienen techos de concreto o losa, mientras que el resto se ven en la necesidad de usar láminas (cartón, asbesto, metal), desechos, palma o tejas. De todas las casas habitadas, solo el 39.1 % tienen dos dormitorios, mientras que el 34.1 % tenía solo un dormitorio y únicamente el 4.8 % contaba con cuatro habitaciones.
De este 1.7 millón de hogares, el 40% no tiene servicios de agua potable, es decir, 685,532 viviendas sin recurso hídrico. Por otra parte, el 18.7 % no estaba conectado a sistemas de drenaje público, equivalente a 303,268 domicilios. INEGI reporta que el 99 % sí tiene cableado e instalación eléctrica, por lo que las casas sin este servicio son aproximadamente 17,300.