El miércoles la cámara de diputados aprobó la nueva Ley de Ciencia, por la que el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) tendrá una H en sus iniciales (CONAHCYT) para reconocer a las humanidades en su carácter científico y tecnológico, pero, además constituye la mayor transformación en la regulación del quehacer de la ciencia en México, ¿en qué consiste y qué impactos tendrá?
Desde el inicio de la nueva administración y con el nombramiento de la Dra. Álvarez-Buylla Roces como directora del CONACYT se ha discutido la forma en que se realizan las tareas de investigación científica y desarrollo tecnológico en el país. Se hicieron evidentes los excesos y despilfarros en que incurrieron administraciones pasadas, pero también prácticas perniciosas y de simulación que se habían normalizado dentro de la comunidad científica del país.
No pueden faltar las voces conservadoras dentro y fuera de la comunidad, las élites que perfectamente retrató el presidente de la República como un minúsculo grupo que se privilegió y que son renuentes a cualquier cambio que lesione su estatus quo y que encontraron eco en el prianismo para oponerse a ultranza a la nueva ley. A diferencia de lo que dicen, la propuesta de ley se sometió al escrutinio de los científicos, mediante diversos foros debatimos y aportamos para tener una nueva ley inclusiva, democrática y atenta a las demandas científicas y sociales.
La nueva Ley General en Materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación (HCTI) se basa en una perspectiva de derechos de última generación que reconoce a la ciencia como un derecho humano y para ello se debe de disponer de un presupuesto creciente, pero administrado de modo eficiente, democrático y descentralizado por lo que corrige el rumbo de una ciencia hiperlocalizada en el centro del país que omitía las condiciones desventajosas en la que los centros de investigación de los estados, sobre todo en el sur, nos encontramos como resultado de la desigualdad histórica.
En segundo lugar, es importante destacar el reconocimiento de un paradigma científico diferente al moderno, por lo que se incorporan saberes milenarios, diversidad epistémica, posiciones ontológicas críticas y metodologías múltiples, al tiempo que establece marcos para la investigación y el desarrollo que atiendan verdaderamente los problemas nacionales prioritarios. Toda investigación debe tener un propósito claro y no solo alimentar la curiosidad personal ni encaminarse a proyectos individuales.
La nueva ley asignará un mayor número de becas a estudiantes de posgrado y estimulará el crecimiento del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) que quedó rezagado en los sexenios anteriores. La muestra más fehaciente es el indicador de personal científico por cada millón de personas. La gráfica siguiente muestra que el número de científicos lleva prácticamente 25 años estancado, en 1996 la cifra era de 214 científicos por cada millón, mientras que, en 2018, último año del neoliberalismo, era de 310, un incremento del 44% o del 2% anual. De 2018 a 2020 el incremento fue del 12% y 6% a tasa anual, tres veces más. Países como China incrementaron su personal científico en 262%, una tasa anual del 12%. Mientras que la brecha con Estados Unidos parece inalcanzable.
Elaborado con datos de UNICEF
El nuevo CONAHCYT no reducirá el presupuesto asignado a investigación y desarrollo (I+D), sino que presenta una forma más eficiente de gestionar los recursos para evitar que sean las empresas privadas quienes se beneficien. En administraciones pasadas, el CONACYT transfirió grandes cantidades de dinero a empresas transnacionales que supuestamente desarrollarían productos científicos, sin embargo, la generalidad resultó en opacidad. De igual modo, el manejo de los fondos públicos mediante fideicomisos hacia poco transparente el funcionamiento.
El renovado organismo enfocará sus esfuerzos en apoyar a las instituciones públicas y a los estudiantes que en ellas se forman al tiempo que, sin cancelar los apoyos a las instituciones privadas, les obliga a aportar recursos, asignar becas o eliminar colegiaturas, con lo que se reivindica la ciencia como un bien público.
Somos un país que en estos momentos está a la zaga en materia de Ciencia y Tecnología, por lo que los que afirman que se ha destruido al CONACYT mienten, es ahora cuando realmente nace una entidad que direccione los esfuerzos para que la ciencia esté al servicio del pueblo. Que todos los científicos del país trabajemos para mejorar las condiciones de vida de la población, por eso desde el sur, los científicos defenderemos al CONAHCYT.
*Profesor-Investigador Universidad Autónoma del Estado de Quintana Roo
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores
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