Durante septiembre de 2006, científicos de la Universal History Archive dieron a conocer el tamaño del agujero en la capa de ozono, el cual tenía un tamaño de 29.5 millones de km². Este daño fue ocasionado por gases conocidos como clorofluorocarbonos (CFC) presentes en aerosoles y gases refrigerantes ocasionando daño a la capa de ozono.
Sin embargo, pese a la restricción de estos productos químicos, recientes investigaciones han dado a conocer la presencia de los CFC en el ambiente, asegurando que se registró un récord en niveles en 2020. Ante este escenario, la comunidad científica se ha mostrado preocupada, a la vez de darse a la tarea de encontrar los factores responsables de la acumulación de los CFC.
Actualmente uno de los principales sospechosos en esta problemática son los refrigerantes alternativos, pero este no se puede considerar como el principal factor. Este problema podría menguar la restauración de la capa de ozono, derivando nuevamente en el incremento en el daño a la capa y por consiguiente al cambio climático.
Stefan Reimann y su equipo lograron detectar aumento en cinco tipos de CFC de todos los que se tienen clasificados, su aumento se detectó mediante el Protocolo Montreal. El Protocolo Montreal nació como un acuerdo a nivel mundial el cual se estableció para la reparación de la capa de ozono desde 1987 logrando la prohibición de los CFC por completo en 2010.
Por desgracia, la misma investigación ha sugerido la existencia de lagunas en el Protocolo de Montreal la cual ha sido aprovechada por fabricantes para hacer uso de estos productos. Y es que el Protocolo dictamina que los CFC no deben estar presentes en el producto final, pero no presenta alguna restricción de su uso durante la fabricación de gases refrigerantes alternos.
Hidrofluorocarbonos (HCF) también han sido un problema, pese a fungir como el reemplazo de los CFC, estos resultan también ser un problema para la capa de ozono. Científicos han determinado que los HCF son cientos o miles de veces más potentes en comparación con el dióxido de carbono en cuanto a su capacidad para generar el efecto invernadero.
En este sentido, los investigadores sugieren una reformulación del Protocolo de Montreal donde se pueda eliminar por completo el uso de gases como CFC y HFC en cualquier etapa. Esta reformulación ha sido llevada a cabo bajo la Enmienda de Kigali propuesta en 2016 bajo la cual se estima que las emisiones disminuirán en un 85 por ciento para el 2047.
Desafortunadamente, no se ha podido determinar de dónde realmente provienen las fugas de estos gases, esto preocupa a la comunidad científica por la incertidumbre. Esto es como perder tus llaves en un bosque, realmente no sabrías por donde comenzar a buscar y tardarás en encontrar una solución" comentó Isaac Vimont investigador por parte de la NOAA.
Si bien el problema ha sido detectado y considerado, los mismos científicos aseguran que el incremento de estos aún se encuentra lejos de ocasionar un problema mayúsculo. Es por ello que la aplicación del Protocolo de Montreal continúa siendo un punto de partida a favor de la protección al medio ambiente y sobre todo a la regeneración de la capa de ozono. (Notipress)