En los últimos dos años y tras la pérdida de popularidad de las dietas detox, la dieta keto o cetogénica ha ganado adeptos en todo el mundo, bajo la promesa de resultados milagrosos en menor tiempo y sin tener que seguir instrucciones complicadas. En México hay incluso clínicas que ofrecen asesoramiento, aunque no siempre se mencionan las posibles consecuencias o riesgos que conlleva esta práctica.
Una dieta cetogénica consiste en bajar bruscamente la cantidad de hidratos de carbono que se adquieren mediante el azúcar, pan, pastas, entre otros, para reemplazarlas por alimentos con altos niveles de grasa y con la dosis adecuada de proteínas, pero baja en carbohidratos. El objetivo es obtener más calorías de las proteínas y grasas que de los carbohidratos.
En esta dieta, los hidratos de carbono que dan energía al organismo se reemplazan por grasas, que tienen cuerpos cetónicos y que cuando se metabolizan también aportan energía porque el cuerpo, de una forma u otra, busca obtener la necesaria. De esta manera y a medida que se va utilizando la grasa, se va bajando de peso.
Su popularidad se debe a que ha demostrado ser funcional, pero altera considerablemente la alimentación recomendada por los expertos, pues dicha dieta se compone de 70% grasas, 25% de proteínas y solo 5% carbohidratos; en algunos casos, también se deja de consumir frutas, verduras y frutos secos, mientras que una dieta balanceada señala que debe estar compuesta por 30% o menos de grasa, de 20-35% proteína y 50% de carbohidratos.
Para algunos expertos, este cambio repentino para el metabolismo puede generar efectos secundarios, pues si bien se va bajando de peso en los primeros meses, también se debe llevar un control de lo que pasa con los lípidos en sangre, porque suben de forma significativa el colesterol y en el peor de los casos puede tapar las arterias y generar problemas cardiovasculares.
Un estudio presentado en el último Congreso Americano del Corazón por Mario Boskis, miembro de la Sociedad Argentina de Cardiología, evaluó a las personas que desarrollaban dicha dieta y aquellas que no durante 10 años. Los resultados demostraron que quienes llevaban a cabo la dieta keto presentaban lípidos altos en sangre, más infartos de miocardio, accidentes y enfermedades cardiovasculares que los que practicaban lo que se llamó la “dieta estándar”.
Aunque no a todos los que llevan este proceso les sube el colesterol y la grasa, balancear la pérdida de peso se vuelve el principal reto. Bajo este escenario, expertos recomiendan conocer los niveles de colesterol antes de la dieta, y los lípidos en sangre durante la misma, además de llevar la dieta con un especialista.
Otros de los efectos secundarios que provoca pueden ser náuseas, dolor de cabeza, mareos, calambres musculares y niveles de energía bajos, aunque esto solo ocurre en las primeras semanas de la dieta. Durante el primer mes puede ser notable la pérdida de peso, pero no por la pérdida de grasa, sino de agua, porque ya no hay carbohidratos que la estén almacenando para mantenerte hidratado.
Esto va a hacer que tus riñones se activen y empiecen a liberar sodio a tu sangre, lo que causa la famosa “Keto Flu”, la falta de carbohidratos aumenta los niveles de sodio en tu cuerpo, dando la posibilidad de que experimentes deshidratación, ir al baño más de lo normal y hasta mal aliento.
Si no se lleva un correcto control de la dieta, en unos meses puedes llegar a estancarte. En este punto, muchas personas dejan la dieta, pero, a largo plazo, la ingestión alta en grasas y proteínas puede producir piedras en los riñones y colesterol alto.