La Hora del Planeta y su impacto real en la lucha contra el cambio climático

La Hora del Planeta y su impacto real en la lucha contra el cambio climático

Foto: Pixabay

Este 25 de marzo se llevará a cabo la Hora del Planeta, un movimiento mundial en el que participan más de 190 países y millones de personas apagando las luces de sus hogares, empresas, edificios y monumentos más emblemáticos con la única finalidad de concientizar sobre los problemas que trae consigo el cambio climático.

 

Esta iniciativa nació en Sídney durante 2007 como un gesto simbólico que consiste en apagar las luces de edificios y monumentos durante una hora y fue impulsado por el World Wide Fund for Nature (WWF) y la agencia publicitaria Leo Burnett.

 

Tras varios años, el movimiento pasó a ser mundial, pues cerca de 200 países se sumaron a él. En pasadas ediciones, se apagaron más de 17,000 monumentos y edificios, entre los que destacan la Torre Eiffel de París, el Palacio Real de Madrid o el Coliseo de Roma.

 

La popularidad de la Hora del Planeta se dio gracias a la idea de que una hora sin electricidad servía para ahorrar energía, disminuir las emisiones de gases y reducir la contaminación lumínica; sin embargo, la realidad es otra.

 

 

De acuerdo con el informe para combatir la desigualdad de las emisiones de carbono, publicado por Oxfam-Intermón, el 1 % más rico de la población mundial ha sido responsable de más del doble de emisiones de gases de efecto invernadero que los cerca de 3,100 millones de personas que conforman el 50 % más pobre.

 

Bajo este escenario, se revela que la desigualdad extrema de las emisiones de carbono en las últimas décadas es el principal desencadenante del actual colapso climático. Entre 1990 y 2015, las emisiones anuales se incrementaron en un 60 % y de acuerdo con Oxfam, 10 % de la población con más riqueza contamina 60 veces más que el 10 % más pobre.

 

El 50 % de la población marginada en el mundo sólo genera alrededor de 7 % del total de las emisiones mundiales, este sector en su mayoría vive en países en vías de desarrollo, mismos que son más vulnerables ante el cambio climático y en los cuales, cerca de 733 millones de personas ni siquiera tienen acceso a la electricidad.

 

De esta forma podemos entender que las grandes poblaciones no son quienes dictan el aumento de consumo eléctrico y por tanto de contaminantes. Paula San Pedro, portavoz de cambio climático de Oxfam Intermón, ha explicado cómo el consumo excesivo de una minoría rica está exacerbando la crisis climática. “Esta desigualdad extrema de emisiones de carbono es una consecuencia directa del afán de nuestros gobiernos durante décadas por fomentar un crecimiento económico extremadamente desigual y basado en el carbono”, dijo.

 

 

Y es que los países más ricos dependen en gran medida de los combustibles fósiles, a pesar de que abogan por el uso de energías renovables e invierten miles de millones de dólares en estos sistemas, solo 10 % de su energía proviene de estas fuentes. Es necesario comparar este dato con otras regiones como África, que obtiene 50 % de su consumo de energía de fuentes renovables.

 

Según la Agencia Internacional de la Energía, la madera representa más de la mitad de toda la energía renovable del primer mundo, junto con la energía hidráulica que contribuye al 25 por ciento, mientras que la energía eólica y solar supone solo una décima parte de las renovables.

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