Por diversidad de motivos, actualmente muchas parejas están optando por no tener hijos propios y, en su lugar, prefieren adoptar animales de compañía, específicamente perros y gatos. Los planes que muchas personas tienen para formar una familia ahora son distintos, ya no solamente por los múltiples núcleos de humanos que se ven, pero ¿qué los orilla a ya no tener hijos?
Según los datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), en 2021, en México se registraron 25 millones de hogares con mascotas, sumando casi 80 millones de animales en estas casas. 43 millones de perros, 16 millones de gatos y 20 millones más entre aves, peces u otras especies, esto de acuerdo a la Encuesta Nacional de Bienestar Autorreportado (Enbiare) 2021.
En contraste, la misma instancia señaló que a corte de octubre del 2022, la población de menores de 18 años en el país ascendió a 38 millones de individuos, 49.3 % de mujeres y 50.7 % de varones.
Hay varias situaciones que incitan a que la gente prefiera ya no tener hijos para seguir teniendo “perrhijos” o “gathijos”, y se dan principalmente en los grupos de edad de 30 a 35 años. La economía es una de ellas, pues los gastos que se requieren para un recién nacido pueden espantar a los primerizos. Citas al doctor, pañales, fórmulas lácteas, niñera en algunos casos, ropa que estará en desuso en semanas, u otras necesidades emergentes son algo habitual cuando se tiene a un bebé.
Por ejemplo, una lata de leche en polvo tiene un valor de 250 a 650 pesos, dependiendo de las marcas y los beneficios nutrimentales que esta contenga. La cita con un especialista que le dé seguimiento a la salud del neonato es cercana a los 900 pesos. Cuna, carriola, juguetes o más artículos de primera necesidad como biberones representan más gastos que no siempre están bien solventados por los sueldos de ambos padres, sumado a la incertidumbre laboral de quienes no gozan de seguridad social en su trabajo, o de estabilidad laboral.
Esa es solamente la primera parte, pues a medida que el infante crezca se incrementarán los gastos con el ingreso a la escuela, útiles escolares y otras ya de base como la ropa o chequeos médicos. En total pueden ser gastos de hasta 5,000 pesos mensuales en los primeros años de vida.
Cubrir todas estas necesidades deviene en que los padres, en ocasiones muy jóvenes, tengan que cambiar sustancialmente sus estilos de vida. Esto implica dejar de lado algunos hábitos como salidas nocturnas, o privarse de experiencias como viajes y comidas fuera de casa, comprarse artículos personales, ropa, celulares, o simplemente por la necesidad de ahorrar para otros proyectos de vida.
La demanda de tiempo y atención para un niño es considerablemente alta, pues hay que estar pendientes de su salud, cambio de pañales, alimentación o mantener limpios los espacios donde un recién nacido habita para evitar posibles enfermedades que causen más gastos.
Ante la dificultad económica, o la desidia para que una pareja no se embarace, la otra opción que se populariza es la de integrar a la familia a los acompañantes de cuatro patas. Esto resulta polémico por que se considera egoístas a quienes no tienen hijos bajo el argumento de que solo piensan en sí mismos, asegurando que prefieren los lujos y pasear a un animal, el lugar de cuidar a un niño.
Desde otra perspectiva, las mascotas no requieren los mismos cuidados que un niño, toda vez que pueden estar solos el tiempo de una jornada laboral, en pocos meses ya empiezan a comer alimentos que no son tan costosos, o porque son un tipo de acompañamiento que puede dar soporte en situaciones de soledad o inclusive a personas con depresión.
La inversión que exigen es más llevadera, incluyendo las visitas al veterinario o las vacunas que se les debe suministrar obligatoriamente. El gasto promedio de una mascota, por mes, puede ser de 1,500 pesos.
Esto ha ocasionado que se consolide una gran comunidad de personas que humanizan a sus mascotas. Esto consiste en tratarlos como si de niños se tratara, poniéndoles ropa, hablarles como si se entablara una conversación, o sobreprotegerlos. Aunque no se lo considere, es una forma más de maltrato animal, pues se les somete a comportamientos ajenos a su naturaleza, además del estrés que supone portar prendas y problemas de socialización con otros animales.
Aunque alunas personas que eligen no tener descendencia lo hacen por ver el factor económico en primer lugar, la realidad es que los índices de natalidad han descendido considerablemente en los últimos años. Inegi informó que entre 2018 a 2020 se pasó de 2’162,535 nacimientos a 1’629,211.