El herpes zóster es una infección viral causada por el virus varicela-zóster, sí, el mismo virus que provoca la varicela. Por lo general, suele aparecer como una sola franja de ampollas dolorosas que envuelve el lado izquierdo o derecho del torso, aunque también pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo.
Conocida también como culebrilla, es generalmente un cuadro autolimitado que se resuelve espontáneamente en una o dos semanas, aunque en algunos pacientes puede persistir una neuralgia postherpética de duración variable.
De acuerdo con datos de la Secretaría de la Salud, en México, se estima que alrededor del 90% de la población ha presentado varicela en algún momento de su vida y es que el virus que provoca esta infección es el mismo que causa la varicela. Después de contraer esta última infección, el virus migra por las terminaciones nerviosas desde la piel hacia el ganglio y allí queda alojada hasta reaparecer en la piel en determinadas situaciones dando lugar al denominado herpes zóster.
Esta enfermedad se presenta principalmente en adultos, pero cada vez es más frecuente su aparición en niños, aunque personas inmunosuprimidas suelen presentar esta enfermedad con frecuencia, ya sea por tratamientos con quimioterapia o radioterapia o por medicamentos inmunosupresores como los pacientes trasplantados.
Aunque el herpes zóster no pone en riesgo la vida, si puede llegar a ser muy doloroso. El tratamiento temprano puede acortar una infección y disminuir la posibilidad de complicaciones, como la neuralgia posherpética, que es una afección dolorosa que hace perdurar el dolor que provocan las ampollas del herpes zóster a pesar de ya haber desaparecido.
Síntomas
De acuerdo con la Clínica Universidad de Navarra, en España, los principales síntomas que puede notar un paciente contagiado, es una sensación de picor o dolor en un territorio cutáneo, mayormente en el tronco y 4 o 5 días después suele presentar un enrojecimiento de la piel en esa zona sobre el que brotan unas vesículas agrupadas.
Durante esta fase las lesiones son altamente contagiosas, pues el virus está dentro de las vesículas. Al cabo de 7 a 10 días las lesiones se secan, formando unas costras pardo-amarillentas que se eliminan, dejando a veces una cicatriz residual.
Las zonas en donde suelen presentarse estas vesículas son el tronco, el muslo o la región ocular. Esta última presenta una mayor gravedad al existir el riesgo de formación de úlceras corneales que conduzcan a la ceguera.
Otros síntomas son:
- Dolor, ardor u hormigueo
- Sensibilidad al tacto
- Sarpullido rojo que aparece unos días después del dolor
- Ampollas llenas de líquido que se abren y forman costras
- Fiebre
- Dolor de cabeza
- Sensibilidad a la luz
- Fatiga