Viernes 13, ¿qué hay detrás del conocido “día de mala suerte”?

Viernes 13, ¿qué hay detrás del conocido “día de mala suerte”?

En nuestra cultura hay muchas creencias tan arraigadas que a veces no conocemos el origen de ellas. Una es el conocido “Viernes 13”, un día asociado a la mala fortuna, pero ¿de dónde viene esta idea?

 

Hay diferentes vertientes sobre cómo se originó el concepto de este día. Desde la religión católica se dice que, como la crucifixión de Jesús fue un día viernes, sumado al número de personas que se dieron cita a la última cena (12 apóstoles y Jesús), por lo que el número o la combinación representan un mal augurio.

 

Otra teoría, la más aceptada, tiene que ver con el ámbito económico, cuando un corredor de bolsa hizo caer el mercado de valores precisamente en un viernes 13. A este suceso se le conoce como "Friday, the Thirteen" (Viernes 13). Es por esto que muchos negocios ponen pausa durante este día.

 

 

Para confirmar más esta convicción, se suma la famosa saga de películas estadounidense, “Viernes 13”.

 

Ver para creer

 

La reputación de esta fecha ha empeorado debido a diversos sucesos que suman a la narrativa de las malas profecías.

 

En Inglaterra, durante un espectáculo aéreo, un chico de 13 años recibió un impacto de rayo cuando sostenía un paraguas. No perdió la vida, pero estuvo en el hospital por días a causa de una quemadura en el hombro.

 

En 2015, un atentado en París, Francia, dejó un saldo de 130 personas muertas y 415 heridas. ¿La fecha? 13 de noviembre, viernes.

 

 

Un estudio de Medical Journal que se llevó a cabo entre 1989 y 1992, descubrió que los accidentes de tráfico aumentan los viernes 13 un 52 %.

 

Por otro lado, uno de los incendios más grandes en la historia de Australia consumió 700 casas, mató a 71 personas e incendió 575 hectáreas. El 13 de enero de 1939, cuando se inició este siniestro, fue viernes.

 

Aún con el estigma que carga el día, muchas veces lo que lleva a una tragedia es la superstición, por lo que algo que se recomienda es vivir el día con normalidad, sin cuidados extras o miedos que puedan resultar contraproducentes.

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