Lluvia de microplásticos, un fenómeno mundial subestimado

Lluvia de microplásticos, un fenómeno mundial subestimado

Foto: Pexels y Unsplash

Aunque no la vemos, una bruma de plástico desciende del cielo cada día. Las nuevas estimaciones de un equipo de científicos de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda) sugieren que una media de casi 5.000 partículas microplásticas se depositan en cada metro cuadrado de los tejados urbanos de Auckland en un día cualquiera.

 

Este polvo supone unas 74 toneladas métricas de plástico al año, lo que equivale a unos tres millones de botellas de plástico.

 

También la investigación compara la cantidad de microplástico con datos de observación anteriores en las grandes ciudades del mundo, entre ellas Londres, Hamburgo y París. Un estudio realizado en 2020 calculó que una media de solo 771 micropartículas de plástico caía sobre una mancha del mismo tamaño en Londres.

 

Pero eso no significa necesariamente que Londres esté seis veces menos contaminada por plásticos en suspensión que Auckland, afirman los investigadores. Al fin y al cabo, es una ciudad mucho más grande y está situada en una parte del mundo mucho menos remota. En cambio, es más probable que las estimaciones anteriores sobre la calidad del aire, como las de Londres, simplemente no midieran los microplásticos más pequeños en circulación.

 

Hoy en día, no existe una metodología o protocolo estándar para identificar los microplásticos, lo que significa que cada estudio se realiza de una forma diferente. Sin embargo, a lo largo de los últimos años los científicos descubren nuevos métodos para medir los microplásticos que nos rodean y revelan que se esconden muchos más infractores que nunca.

 

Las primeras investigaciones sobre el pulmón humano sugieren que los microplásticos circulan incluso por nuestro sistema respiratorio, aunque con efectos desconocidos para la salud. El químico Joel Rindelaub, de la Universidad de Auckland, afirmó que en el futuro podremos medir la cantidad de plástico que respiramos.

 

Los investigadores de Nueva Zelanda llevaron a cabo un experimento en un estudio de nueve semanas de duración en dos lugares de Auckland: uno en el tejado de un edificio universitario de la ciudad y otro en la valla de un suburbio de la ciudad. Los microplásticos suspendidos en el aire se recogieron con un embudo y un tarro.

 

Así, detectaron ocho tipos de plástico en el aire. Entre ellos se encuentran el polietileno (PE), utilizado en bolsas de supermercado y botellas exprimibles, el policarbonato (PC), empleado en equipos de protección y dispositivos médicos, y el politereftalato de etileno (PET), utilizado en envases de alimentos y bebidas.

 

La gran mayoría de las partículas capturadas tenía un tamaño de entre 10 y 50 micrómetros, solo el 3% superaba los 100 micrómetros.

 

Además, los resultados sugieren que, hasta cierto punto, los plásticos suspendidos en el aire que flotan alrededor de Auckland son arrastrados por el viento y las olas de la costa.

 

"La producción de microplásticos en el aire a partir de las olas podría ser una parte clave del transporte global de microplásticos. (...) Y podría ayudar a explicar cómo algunos microplásticos llegan a la atmósfera y son transportados a lugares remotos, como aquí en Nueva Zelanda", reveló Rindelaub.

 

Esta podría ser otra posible razón por la que los plásticos transportados por el aire parecen ser menos numerosos en Alemania y el Reino Unido. A pesar de esto, los microcontaminantes siguen siendo un gran problema.

 

En 2019, un estudio en Europa encontró microplásticos en las remotas montañas de los Pirineos, que probablemente fueron llevados allí desde algunas pequeñas ciudades cercanas.

 

En 2021, los científicos advirtieron de que los microplásticos transportados por el aire eran ya tan omnipresentes en la atmósfera que podrían estar afectando ya al clima de la Tierra. En el futuro, si las concentraciones siguen aumentando, las partículas podrían exacerbar el efecto invernadero al absorber y dispersar la luz y el calor.

 

Los resultados difieren ligeramente de los obtenidos anteriormente en Londres, donde las fibras de plástico, y no los fragmentos, parecían ser la mayor fuente de contaminación. La discrepancia podría deberse a técnicas de muestreo actualizadas o a diferentes tipos de contaminación en diversas partes del mundo. En un estudio realizado en Hamburgo en 2019, por ejemplo, solo se midieron microplásticos de más de 63 micrómetros. El recuento de partículas en suspensión en el aire de esta ciudad también fue 18 veces menor que el hallado recientemente en Auckland.

 

Aún no se sabe si la contaminación plástica es tóxica, tampoco se desconocen las consecuencias para la salud humana. Sin embargo, cuanto más pequeño es el fragmento o la fibra, más probabilidades hay de que se introduzca en nuestras células cuando lo respiramos.

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