La docencia y todo lo que conlleva es un misterio para quienes no han estado relacionados con esta situación y desde “las gradas”, aprovechando el periodo mundialista, podría parecer que todo es sencillo, a pesar de que literalmente las y los docentes en el mundo cargamos con el futuro del mundo.
A la escuela y a los docentes, se les ha encomendado la formación de generación tras generación, esto a pesar de que muchos modelos ya son anacrónicos, la realidad nos ha demostrado que hoy por hoy las necesidades personales y laborales en muchas ocasiones ya no se armonizan lo suficiente.
Hoy las escuelas y las aulas no solo se encargan de la preparación académica, actualmente la frase “la escuela es mi segundo hogar” ha cobrado todo el sentido, ya que debido a los nuevos roles familiares, las exigencias laborales y económicas, así como la incertidumbre frente a un mundo en crisis, ha provocado que muchas y muchos “solo dejen a las bendiciones en la escuela”.
Lo anterior ha impactado directamente a la sociedad y la labor docente, aunado a la extrema burocratización de los entornos educativos, ha llevado al máximo a las y los docentes, quienes preocupados por cumplir con temas administrativos que nada suman a la comunidad, descuidan su labor en el salón.
Esto deja a docentes entrampados en la labor en el aula y “arrastrando el lápiz” para salir avante frente a los procesos administrativos dictados por las autoridades educativas.
Como Andrés Oppenheimer bien lo adelantó en 2014 en su libro “Sálvese quien pueda”, que los robots y las nubes de información se encarguen de compartir conocimiento en bruto, esto ante el anhelo humano de sistematizar y dejar todo en manos de robots e inteligencias artificiales, por ello los docentes tendremos que apuntar a ser facilitadores y a saber gestionar a los educandos frente a sociedades que avanzan más rápido de lo que creemos.
Hoy quienes vemos en el aula nuestra pasión, tendríamos que plantearnos apuntar más a trabajos afectivos y de vínculo, que lamentablemente para muchos tecnócratas no puede asignársele una calificación.
Como ciudadanos, tomadores de decisiones y representantes populares, urge impulsar mejores contextos en donde los docentes no solo pongan calificación en función de la memorización de datos, apostemos a aulas en donde se promuevan habilidades blandas y a tener alumnas y alumnos con la suficiente inteligencia emocional para afrontar este caótico presente al que tenemos cara a cara.
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