
México se mantiene como una de las naciones más católicas del mundo. Aunque otras religiones han cobrado fuerza, la iglesia católica sigue dominando en nuestra nación, lo que se ve expresado con diversas acciones que llevan a cabo los creyentes de esta religión.
Una de las actividades de fe que más se pueden ver en el México católico son las peregrinaciones, donde grandes grupos de creyentes toman las carreteras y otros caminos para llegar a diversos templos y cumplir así con un sacrificio espiritual hacia el santo o virgen que veneran.
Por supuesto, la peregrinación más grande es la que se hace a la Basílica de Guadalupe cada 12 de diciembre, donde miles y miles de mexicanos van llegando al templo mariano para estar unos minutos frente a la Virgen de Guadalupe, luego de días de larga y cansada caminata.
Este 29 de septiembre es la fiesta patronal de San Miguel del Milagro, otra de las grandes celebraciones de los católicos mexicanos, que reúne a gran cantidad de personas que llegan en su mayoría a pie para pedir por un buen año, salud y trabajo.
Sin embargo, personas que han participado en este tipo de peregrinaciones sostienen que esta actividad cansada y criticada por muchos, tiene como principal objetivo crear lazos espirituales y generar hermandad entre los participantes, lo que se puede ver en el apoyo mutuo que se dan durante su travesía.
Más allá de la condición física y edad, lo más importante en una peregrinación es -de acuerdo a los participantes- hacerlo de corazón, ya que al tener una inmensa fe en lo que se hace, el camino se convierte en algo que no merma, lo que permite cumplir el objetivo de llegar a algún templo.
Muchos peregrinos afirman que las personas que no aguantan tanto es porque no llevan en su corazón la intención y la fe suficiente para experimentar este recorrido.
Agregan que la peregrinación ofrece la posibilidad de reencontrarnos con nosotros mismos, dejando de lado la realidad que vivimos día a día con la rutina para buscar un motivo de fe que nos permita llegar al templo que se visita y agradecer o pedir incluso por un milagro.