Liz Truss comenzó su mandato como primera ministra incumpliendo sus promesas de campaña, y ha demostrado ser una oradora reservada. Una minoría del partido la votó y sólo una pequeña proporción de la población cree que desempeñará bien sus funciones.
Solo el 12% de los británicos espera que Truss sea una buena o gran líder, mientras que el 52% espera que sea mala o terrible, informaba una encuesta realizada por YouGov. Los británicos están divididos en cuanto a si sería mejor primera ministra que su predecesor Boris Johnson, pero tienden a pensar que sería peor que todos los demás primeros ministros desde Margaret Thatcher.
Puede que no consiga convertirse en la líder popular del Partido Conservador, dice un artículo de The Guardian:
"Al igual que Tony Blair, que en su día aprovechó hábilmente la situación y se anotó puntos políticos tras la muerte de la "princesa del pueblo" Diana, Truss podría reforzar su posición tras la muerte de la reina Isabel II: en un periodo de luto nacional, mientras los medios de comunicación se distraen de las cuestiones acuciantes del futuro de la monarquía, la histeria política en los muros de Westminster se calmará y el gabinete del nuevo primer ministro tendrá la oportunidad de asentarse".
El artículista del diario británico, Simone Jenkins, dice que Truss ya despidió a los ministros que habían "sobrevivido" al caos provocado por su predecesor Boris Johnson, se negó a reconciliar a las facciones de su partido y eligió deliberadamente a personas leales a ella para el gabinete.
"Su candidatura a primera ministra fue apoyada por una minoría de tories, por lo que se preparó de antemano para las represalias. Pero "vengarse" de sus compañeros de partido puede no ser fácil, dado que Truss tiene unas habilidades oratorias muy mediocres; no pronunció ni una sola frase memorable durante su discurso sobre la muerte de la Reina, y su forma de responder a las preguntas es generalmente directa y oblicua".
El autor la critica, según su opinión Truss "no hace retórica, sólo usa clichés: "en las buenas y en las malas", dijo en un discurso rápido y superficial en Downing Street. Podría haber estado leyendo una lista de la compra".
La única ventaja de eso, según Jenkins, que esas características de Truss tal vez pueden hacer que cualquier situación de crisis parezca rutinaria.
¿Promesas incumplidas?
Su actitud siempre ha sido "hacia donde sopla el viento" y no hay ningún sentido en su trabajo, está convencido el autor.
"Le bastaron 24 horas para olvidar su promesa electoral de "no dar ayudas financieras". Ahora promete la mayor dádiva de la historia, más de 150.000 millones de libras para subvencionar las facturas de energía. Dice que tomará prestado el dinero de los futuros contribuyentes".
Aparte se niega a subir los impuestos a las empresas energéticas, que obtienen enormes beneficios inesperados mientras los británicos luchan por llegar a fin de mes.
Y eso que los productores de gas y los generadores de electricidad británicos podrían obtener un exceso de beneficios de hasta 170.000 millones de libras (198.000 millones de dólares) en los próximos dos años, según informó Bloomberg News.
"Mientras las autoridades alemanas y francesas toman medidas, incluida la introducción de impuestos extraordinarios para aliviar la opresión de los proveedores a los consumidores, Truss afirma que gravar aún más a las gigantes del petróleo y el gas 'desincentivaría la inversión'".
Ahora, ¿qué otras promesas romperá Truss en nombre del pragmatismo?, se pregunta Jenkins. ¿Reducirá los impuestos de sociedades y personales? ¿Peleará con la UE por Irlanda del Norte en cuestiones comerciales? ¿Aumentará el gasto en defensa hasta un asombroso 3% del PIB? ¿Gastará 100.000 millones de libras en el obsoleto ferrocarril HS2?
Jenkins además recuerda que Truss era miembro de un gobierno que se distinguió por las restricciones draconianas y el enorme gasto durante la pandemia de coronavirus.
Mientras tanto, el Reino Unido está sufriendo de una afluencia de inmigrantes ilegales, hay un montón de casos judiciales sin resolver y millones de personas que esperan su turno para recibir atención sanitaria, ya que el sistema nacional de salud es el hazmerreír, subraya el autor The Guardian.
"Truss debe aprovechar una pausa en la agitación política para poner las cosas en orden", opina el autor.
"Está claro que su obstáculo más inmediato es la guerra económica contra Rusia, que Truss está perdiendo. El conflicto de Ucrania terminará tarde o temprano, los precios de la energía volverán a la normalidad y la crisis del coste de la vida en Europa pasará, pero no es aceptable que el Reino Unido deje a sus ciudadanos a merced de las compañías energéticas. En este sentido, introducir impuestos especiales para ellos sería una decisión muy ventajosa para el nuevo primer ministro", concluye el autor del material.