“Mis tíos bisabuelos fueron generales revolucionarios. Ellos sí, a principios del siglo XX, tal vez, construyeron un ‘barbosismo’”, reflexiona el gobernador de Puebla, Luis Miguel Barbosa. Cierra de pronto los ojos para recordar o estructurar su discurso y hace una reflexión aún más profunda en el Sistema Político Mexicano actual: “el lopezobradorismo está por encima de Morena”.
A lo largo de más de una hora en la conversación que sostuvo con periodistas de los medios digitales de Puebla, el mandatario demostró que esa sangre revolucionaria corre por sus venas: de la misma manera que sus antecesores, es un revolucionario, hoy de la izquierda; pero además es combativo: mucho de su gobierno (y de su personalidad pública) lo está definiendo el combate que hace a la inseguridad y a la corrupción.
“No soy un hombre fácil, pero no soy un hombre que agreda. Soy capaz de pedir disculpas. (…) No soy un hombre opulento ni prepotente (…) Ese soy yo, soy un hombre de izquierda que viene a gobernar Puebla desde una posición de izquierda”.
Especialista en Seguridad
Más que una conferencia de prensa o una entrevista ante medios de comunicación, el encuentro luce como una charla, y así, con esa franqueza, el gobernador de una de las entidades más importantes de México revela que él es un especialista de la seguridad, porque la ha estudiado desde las perspectivas legislativa, legal, científica y de práctica.
El gobernador recuerda que desde los tiempos del Senado, él y un equipo de especialistas plantearon un modelo legal ante el establecido por el expresidente Enrique Peña Nieto, el Mando Único. En otras palabras, la lucha de izquierda que enarbola el hoy gobernador y entonces senador, está plasmada en ese combate legal (un Estudio de Derecho Comparado) a las propuestas de Peña.
El comentario sale a la luz de uno de los incidentes más importantes de su gestión: el combate al crimen en la infame 46 Poniente (y las calles aledañas). En esa colonia, las autopartes robadas en todo el estado terminan vendiéndose. Y es algo que todos sabían y nadie había hecho nada, comenta el mandatario.
Desde su visión como especialista hace un análisis: todos los días hay actos de violencia, por ello la inseguridad nunca tendrá punto final, pero el trabajo de la Seguridad Pública como política de gobierno es la contención. “La fuerza del estado de Puebla es mayor que la de cualquier grupo delincuencial”, señala con orgullo.
El también creador del Atlas Delincuencial Nacional -como refirió en esta charla con medios- recuerda el “acto diabólico” del bebé fallecido que fue introducido al Penal de San Miguel. Ese acto con intenciones claras de desestabilización, agrega, permitió mostrar que en la procuración de justicia el gobernador es firme. “Se fueron todos, y hoy todos están en la cárcel”, dice sobre los policías que dieron las facilidades para este terrible acto.
Y habla, con una franqueza sorpresiva, sobre las grandes bandas criminales. Detalla que estas se renuevan, cambian de cabezas, pero ante la persecución que la autoridad local está haciendo de dichos cabecillas, estos han ido a radicar a otros estados o algunos andan “a salto de mata”.
Esa persecución al crimen, de la que el gobernador se enorgullece, no solo tiene raíz en esa herencia revolucionaria, en esa personalidad combativa, sino también en la búsqueda del combate a la corrupción. Al fin de cuentas, los actos ilegales de cuello blanco también son delitos.
Los corruptos “a salto de mata”
“Es el sello de su administración, gobernador, este combate a la inseguridad y a la corrupción”, pregunta el reportero. El mandatario asiente con parsimonia, pero agrega que también hay acciones en otras políticas: la garantía del acceso de salud para todos, la educación como derecho humano, la accesibilidad los juzgados y ministerios públicos a través de la instalación de estos, las obras con sentido social y, entonces se le escapa: “les voy a dar una exclusiva: mi último informe de gobierno será en la nueva sede del Congreso del Estado”.
El gobernador revela que tras reunirse con la Comisión de Obras recibió dicha información y esta le dio la garantía de que la obra estará lista para entonces.
Pero, insistiendo en este sello del combate a la corrupción, el mandatario asiente, los reporteros preguntan y ponen nombres sobre la mesa: Alfonso Esparza, Xavier Alvizuri. Dice el mandatario: “no podemos decir sus apellidos”, pero sonríe pícaramente. Son los que están siendo investigados. “Hoy yo no puedo hablar respecto a las órdenes de aprehensión”.
En la plática con los medios digitales de Puebla, el gobernador detalla otro dato: la contratación de un servicio de auditoría privado para revisar todas las irregularidades de las Finanzas Públicas, en particular con la obra y con la detección de los documentos faltantes que los anteriores gobiernos extraviaron para ocultar los desvíos, sobre costos y otros desfalcos.
“En cada obra se ha encontrado corrupción. Ahí está el tema del Estadio Cuauhtémoc. Pero se llevaron todos los documentos”, reclama el gobernador desde esa voz de izquierda. Las investigaciones contra funcionarios que han cometido actos ilícitos son solo eso, acciones de justicia, asegura el mandatario.
Por ello, cuando los investigados acusan persecución política, dice Miguel Barbosa Huerta, “son unos hipócritas y falsarios”, pues sus actos criminales les preceden.
El seguro popular, por ejemplo, fue usado de manera descomunal para hacer infraestructura corrupta. Sin mencionar a Jorge Aguilar Chedraui, le endosa tácitamente este tipo de desvíos aunque recuerda, con broma y de manera divertida, que “me recomendaron no tocar al niño”, pero la investigación sigue.
Y es justo el sello que el gobernador Barbosa ha decidido poner a su gobierno, un sello característico de combate a la inseguridad e investigación de los actos de corrupción porque, dice, quienes crean que vamos a dejar de trabajar de esta forma incluso cuando ya sean los últimos días de gobierno “nada, nada que ya vamos de salida, chiquitos”.