Dos de los más famosos flamencos no nos acompañarán en estos días, cuando hay un asombro nacional con los flamencos alados de largas patas que se aposentan en la península yucateca. Los dos flamencos no estarán físicamente como estas aves migratorias que a veces se quedan hasta diez meses en el país, pero sus libros están y estarán presentes por muchos años. Uno es el argentino Julio Cortázar que nació en Ixelles, Bélgica en 1914, donde ahora se levanta un monumento en su honor frente a la casa donde nació. Tres o cuatro años vivió ahí y todo mundo lo conoce como argentino. El otro es Georges Simenon, uno de los más prolíficos escritores que han existido. Escribió 192 novelas y a veces terminaba una en una semana. El nació en Lieja en 1903, pero muchos creían que era francés porque toda su obra la escribió en ese idioma, uno de los dos que usan los belgas; el otro es el neerlandés. A lo mejor se conocieron porque Cortázar pasó largas temporadas en Francia y su obra central Rayuela la escribió ahí. Eran casi contemporáneos y de hecho coinciden en décadas de vida. Cortázar murió en 1984 a los 70 años y Simenon en 1989, a los 86 años; se suicidó.
La llegada de los flamencos nos recuerda el proceso de la extinción
A la par que muchas especies que están en peligro de extinción, los flamencos aunque no están señalados en esa etapa, sí han disminuido su número dramáticamente en los últimos cincuenta años. De acuerdo al Instituto de Biología de la UNAM, en 1970 se mencionaban 10 billones de aves migratorias entre ellas las mencionadas, en 529 especies. La disminución es mucha, aunque en el caso de los flamencos, las cantidades que visitan al país y gustan de su estancia en Yucatán, todavía es importante. Se destaca que buscan ese lugar tan amistoso que un día soñó con ser república, porque tiene condiciones climáticas acordes a la vida flaminguera. Humedades, lodazales y todo lo que lo acompaña, existe en varias zonas de la bella península aunque igual que en todos los contextos de avance citadino, mucho se ha ido perdiendo. Los animales de largas patas, de hermoso color flameado, están en este momento con vigilancia de autoridades expertas en aves, en la reserva Ciénagas y Manglares. Algún día, muchos de ellos sobrevolarán tratando de ganar la carrera al Tren Maya. Los flamencos son de la familia de aves zancudas entre las que se encuentran las cigüeñas y los ibis. En algunas zonas de nuestro país, que son señaladas como de gran atracción para las aves, hay otras zancudas. Una de ellas es el alcaraván el ave que dormía felizmente en una pata mientras poetas ya fallecidos como Macario Matus y Gabriel López Chiñas, le dedicaba bellos poemas. Es un ave simbólica de Juchitán.
Simenon y Cortázar, la flama de su origen aparece en sus obras
La palabra flamenco se le atribuye a Flandes, esa parte de Bélgica que comparte con Francia y Los Países Bajos. Aunque hay varias interpretaciones del nominativo y a veces adjetivo flamenco, el que más se repite es el que se origina en la palabra flama, que en el caso de las aves es un tono flameante. Y a veces el término tiene una connotación peyorativa cuando al flamenco se le tilda de chulo, pendenciero o valentón. Ninguno de lo dos personajes que hemos mencionado lo eran. Más bien casos de vocación y disciplina que se pueden ver en sus obras. Cortázar escribió alrededor de 30 obras, novelas, cuento, ensayo, y su obra central escrita en París, con aquellas largas charlas entre le Maga y Oliveira, fue dada a conocer en junio de 1963 y marcó un hito en los movimientos literarios del boom latinoamericano. El caso de Simenon es extraordinario. El sí vivió 23 años en Bélgica. Para entonces había escrito como periodista artículos y columnas de lo más diverso. En sus inicios literarios se deslindó por la novela que despuntaba ya desde los treinta en Francia y se ramificaba en Inglaterra con la novela policial clásica. El se centró en su ejercicio central en el comisario Maigret y tal vez le dio una idea a Agatha Christie porque su famoso detective Hércules Poirot era belga. Fue tan extraordinaria la obra de Simenon que escribió 192 novelas y otras tantas con 27 sinónimos. El cine ha llevado su obra alrededor de 50 veces y quizá es el autor más reproducido en el cine. Solo Jean Gabin interpretó a su comisario 10 veces en esas películas. Obras breves, con impacto literario de secrecía y de cierta oscuridad, Simenon demostraba a través de ellas su inteligencia. Delineó a decenas de personajes todos girando en torno a una comisaría que daba la pauta de resolver al caso, a partir de una verdad que mucho tenía que ver con la semblanza de Maigret y que era desde luego el propio Simenon. Personaje controvertido en algunos escándalos, sobrevive su imagen de gran escritor y sus obras se siguen leyendo. Flamencos ambos Cortáźar y Simenon, inhiestos como esas aves de dos patas, flamean su historia libresca para el que la quiera abordar. De Simenon: Maigret y los testigos recalcitrantes, de alrededor de 60 que tengo, todas de Ediciones Orbis 1984.