Amable lector, imagine que uno de sus vecinos visita su casa y en una plática acuerdan tomar acciones en conjunto para mejorar el vecindario. Incluso, después de un par de cervecitas estrechan las manos y se despiden con amabilidad.
Ahora imagine que apenas deja el vecino su casa, comienza a insultarlo y a denostarlo de manera burlona debido a que él cuenta con una herramienta extra para los trabajos que se harán en el vecindario.
Pues así se está comportando el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Es un hecho que México tiene en estos momentos una posición de cierto privilegio por el tema de los hidrocarburos debido a la crisis que se vive en diversas partes del mundo, provocada por la guerra entre Ucrania y Rusia.
Hay que ser claro, esta posición de privilegio es mínima, pero importante, máxime cuando el principal socio comercial de nuestro país necesita de México para la generación de combustibles.
Todo mundo diría que estamos en un lugar pocas veces visto, pero esta posición en manos de un presidente como Andrés Manuel López Obrador es un gran riesgo.
Y es que el presidente ha adoptado una actitud de estudiante de primaria burlón, de esos que son dueños de la pelota y aunque tengan dos pies izquierdos siempre juegan de titulares, burlándose de los niños que no se quedaron en ningún equipo.
Perdón a los fanáticos del señor López, pero el presidente está haciendo todo para que Estados Unidos pase por alto esta posición de privilegio que tiene México y le meta un “estate quieto” a la soberbia lopezobradorista.
Será en ese momento en que la burla con la música de “Chico Ché” ya no será tan graciosa, todo gracias a una actitud baja y ruin que se está tomando en Palacio Nacional.
Estoy de acuerdo, no hay que arrodillarse ante Estados Unidos ni ante cualquier otro país, pero tampoco se puede ser burlón y soberbio, pues México no está para ese tipo de actitudes inmaduras.
Señor presidente, hágale caso a sus asesores, haga caso a Ebrard, no se meta en camisa de once varas porque esta posición de privilegio, por mínima que sea, puede salvar su desastroso sexenio si sabe mover sus cartas.
Aunque lo mejor es hacernos a la idea de que el ocupante de Palacio Nacional echará todo por la borda.