Los audioescándalos que se han revelado en los últimos días sobre las conversaciones sostenidas por el presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, han puesto nuevamente en el ojo del huracán el tema del espionaje telefónico, mala costumbre a la que muchas veces recurre la clase política mexicana.
Aunque en un principio Alejandro Moreno aseguró que los audios que reveló la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, eran fruto de un delito como es el espionaje, el dirigente priista cayó también en este juego al sacar a la opinión pública otras conversaciones que tuvo con el senador del Partido Verde, Manuel Velasco.
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