Jaripeos y palenques clandestinos, escenarios de tragedias

Jaripeos y palenques clandestinos, escenarios de tragedias

Los llamados giros negros, entre los cuales figuran algunos jaripeos y palenques clandestinos, fueron los comercios o actividades no esenciales que más violaron las restricciones sanitarias durante el primer año de la pandemia por COVID-19.

 

A pesar de que se prohibieron los eventos masivos por la concentración de personas y la propagación del coronavirus, este tipo de eventos se siguieron llevando a cabo casi de forma normal y aprovechándose de la omisión de las autoridades.

 

 En redes sociales existen diferentes publicaciones con carteles promocionando jaripeos, principalmente al interior del estado, los cuales incluyen espectáculo de rodeo, baile y la venta de alcohol en espacios habilitados para este tipo de actividades.

 

Su organización incluye no solamente la participación de empresarios ganaderos, sino también de dos a tres grupos musicales que se encargan de amenizar el evento que tiene una duración promedio de 8 horas, aunque muchas veces se prolonga por encima del horario permitido para bares.

 

Al tratarse de eventos masivos, en teoría se requiere de permisos básicos por parte de Protección Civil y del Ayuntamiento del municipio donde se desarrolla el evento, pero no en todos los casos se cumple con los requisitos y se convierten en eventos clandestinos.

 

Tanto los palenques como los jaripeos no tienen una regulación especial e incluso cruzan algunos límites legales respecto a los espectáculos con animales, aunque al ser especies de granja como toros o gallos, se llevan a cabo sin mayor supervisión.

 

En una revisión de estos eventos, Imagen Poblana encontró que la mayoría de los jaripeos o rodeos tienen lugar al interior del estado, en municipios de la Mixteca poblana y en la Sierra Nororiental, donde existe un desarrollo importante de la actividad ganadera.

 

Pero además se hacen en municipios como Izúcar de Matamoros, Atencingo, Tehuitzingo, Tenampulco, Huauchinango, Ayotoxco y Hueytamalco, y ocasionalmente en la capital del Estado.

 

La estela de muerte

 

Estos eventos suelen ocupar los espacios periodísticos debido a hechos violentos que ocurren asociados a ellos o a sus asistentes.

 

Por ejemplo, en noviembre del año pasado uno de los protagonistas de un jaripeo murió de forma trágica: tenía 15 años y le decían el Niño de Oro de Apatlaco, por su talento como jinete de rodeo.

 

Fue haciendo esa actividad como encontró la muerte, pues en un rodeo en Atlixco terminó embestido por un toro y murió mientras recibía atención médica en un nosocomio de la región.

 

Si bien se trató de un hecho accidental, destaca que en otras ocasiones las muertes están asociadas a la violencia más que a un hecho desafortunado.

 

 

Entre los casos más recientes está el ocurrido el pasado fin de semana en el municipio de Izúcar de Matamoros, donde en un jaripeo se suscitó una riña donde cuatro personas resultaron heridas por disparos de arma de fuego.

 

Las lesiones provocaron que uno de ellos muriera en el lugar, mientras que otros dos correrían la misma suerte mientras recibían atención en un hospital de la región.

 

Otro caso asociado a este tipo de eventos ocurrió el pasado 4 de mayo, cuando en una barranca de la junta auxiliar de San Sebastián de Aparicio fue localizado el cadáver de una mujer con impactos de arma de fuego.

 

Los vecinos revelaron que por la madrugada se escucharon múltiples disparos en un terreno cercano a donde se llevó a cabo un palenque clandestino, por lo que todo apunta a que la víctima salió de ese sitio y habría sido víctima de la violencia en el lugar.

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