La grandeza de un triunfo queda marcada en la historia, aunque después hayan llegado fracasos y una muerte temprana. Fue el caso del general Ignacio Zaragoza héroe sin mácula del 5 de Mayo de 1862, contra el poderoso ejército invasor de Francia. Ante aquel triunfo avasallador, Benito Juárez lo llamó “Benemérito de la Patria en grado heroico”. Ese triunfo y algunos que se dieron en la larga historia de invasiones que ha tenido México, son orgullos que ennoblecen el recuerdo en el momento en que nos acosan invasiones por todos lados. La invasión española fue la que signó nuestras vidas e impuso sus costumbres y su lenguaje y duró más de 300 años pero aún se impone en nuestra vida moderna, “tres siglos arrastraste llorando tus cadenas y al cabo de tus penas Hidalgo se apiadó”, decía el poeta de aquella larga presencia de extraños. En esos lapsos recrudecieron sus respectivas invasiones Estados Unidos, Francia y otros países del viejo continente. En el primer caso la de 1862 – 1867 en guerra recordada por la muerte de los Niños Héroes, México perdió la batalla y tuvo que firmar un tratado depredador que ahora más de siglo y medio después, parece lucir en las garras del gobernador de Texas, Greg Abbot, que se da el gusto de humillar a México aplicando medidas fuera de los acuerdos comerciales vigentes.
La Guerra de los Pasteles causaba risa, pero arrancó fuerte trozo
La historia señala en dos las intervenciones de Francia en nuestro país. La primera fue la de la llamada Guerra de los Pasteles 1838-1839 por la incomodidad grosera del país europeo ante decisiones oficiales que según Francia lastimaban económicamente a los comerciantes franceses que vivían aquí. Para variar vino el consecuente tratado de reivindicación franchuta y México volvió a perder, en esa etapa que suele causar risa. La segunda invasión 1861-1867 fue igual de abusiva, de extraños que venían a depredar (la acción coincidía con la invasión estadounidense de esa época). La gesta de Zaragoza tuvo lugar en Puebla con un resultado triunfador que levantó los ánimos de un ejército que se enfrentaba a un general francés de nombre rimbombante: Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez. Pese a su presunción fifí, el militar fue humillado drásticamente por los guerreros mexicanos que defendían a su patria. Durante décadas se encontraron residuos, entre ellos armas de grueso estilo, de ese ejército invasor que se movió incluso al norte del país. Un resabio de aquel ánimo colonialista, se ve ahora en el poco respeto que ha expresado Francia en las subastas de nuestros tesoros arqueológicos. Vemos como se presta a la vendimia de nuestras piezas ancestrales, mientras otros países en sentido contrario están regresando a nuestro patrimonio piezas que han sido sustraídas. Francia ha preferido proteger los intereses mercantiles de los traficantes de las hechuras y expresiones de los pueblos antiguos. La solidaridad entre naciones le ha valido.
Cinco de Mayo día glorioso, las armas se cubrieron de gloria
Muchas invasiones hemos tenido desde aquellas que la historia enumera y reseña. No son ahora de arma con arma, sino de lucha política soberana y legal, para impedir que nos avasalle el enemigo que penetra de distintas maneras en nuestras tierras: las empresas depredadoras, los que aprovechan situaciones para eternizar el saqueo contractual en el país, los que vienen en plan de policías o de guaruras como lo ha estado la DEA, los que penetran como transnacionales del comercio, la propia transculturación que cambia nuestros lenguajes, nuestras actitudes y formas de vida. Hay muchas maneras en este momento, de penetrar. Entre las fechas que han dado lustre a nuestra historia, el 5 de Mayo tiene un espíritu especial, de emoción, porque aquel valiente general murió injustamente joven, por una enfermedad contagiosa, tifoidea. Cuatro meses después de aquella lucha. Su muerte causó tanto impacto que en todo el país hubo un gran sentir. Se ordenó lanzar cañonazos durante nueve días cada tres horas. Los anales, libros y medios hablan de los días de duelo y recuerdan, por un lado su nombre en letras de oro en la Cámara de Diputados y el histórico telegrama que Zaragoza envió al otro Benemérito, este de las Américas, Benito Juárez. Dice así:
“Las armas del Supremo Gobierno se han cubierto de gloria. El enemigo ha hecho esfuerzos supremos por apoderarse del cerro de Guadalupe, que atacó por el oriente de derecha e izquierda, durante tres horas; fue rechazado tres veces en completa dispersión y en este momento está formado en batallón fuerte de 4 mil hombres y pico, frente al cerro de las fuerzas de tiro. No lo bato como desearía porque, el gobierno sabe, no tengo para ello fuerza bastante. Calculo la pérdida del enemigo que llega hasta los fosos de Guadalupe en su ataque, 600 a 700 muertos y heridos, 400 habremos tenido nosotros”.