Revocación de mandato, solo un domingo cualquiera

Revocación de mandato, solo un domingo cualquiera

Una crónica de mi domingo 10 de abril.

 

Me levanté a eso de las 7:00 am, solo porque mis bendiciones caninas y su hermano felino estaban molestando con que ya tenían hambre. Ni yo desayuno tan temprano.

 

Vi el resumen de la carrera de “Checo” Pérez y me dispuse a buscar qué desayunar. Mi esposa había salido a comer algo con una de sus mejores amigas y solo debía ver por mí para calmar mi hambre.

 

Camino a buscar unas memelas, unos tacos de canasta, una torta o lo que fuera, recordé que hoy se llevó a cabo la consulta de revocación de mandato.

 

“Ya que ando en la calle, pues aprovecho para ir a votar”, dije yo.

 

Y no es porque de verdad me interese la consulta ni mucho menos crea en esa vacilada del huésped de Palacio Nacional, solo que me da coraje que se tiren a la basura millones de pesos.

 

Si ya se iba a hacer, entonces al menos voy y dejo un recadito en la boleta.

 

Camino a donde se ubica mi casilla en la hermana república de Coronango, veo una fila interminable y me asombra la cantidad de gente que hay dispuesta a votar.

 

Pero “oh decepción”, justo cuando me voy acercando veo que la fila es para la compra de chicharrón, pero no cualquier chicharrón, sino del que trae carne todavía. Una delicia, por cierto.

 

Perdón, me desvié del tema.

 

Luego de pedirle a una amable señora que me apartara mi lugar en la fila, pues no me iría sin mi pedazo de chicharrón, corrí a emitir mi voto en completa soledad. Hasta me di el lujo de quitarme el cubrebocas mientras votaba, porque la persona más cercana estaba casi a 5 metros de distancia.

 

No le miento, amable lector, en la urna había por lo mucho 10 votos y nadie haciendo fila para votar.

 

Pensé que tal vez las cosas mejorarían por la tarde, pero mientras trataba de hacer amistad con el vendedor para que me apartara mercancía en futuras ocasiones (no lo logré), una señora decía que prefería lavar su ropa que perder el tiempo en la consulta.

 

Otro decía que no encontraba su INE y que le daba flojera buscarla para “una simple consulta”.

 

“Ni que en verdad fuera a renunciar Obrador si votamos en su consulta”, dijo otra persona.

 

En fin, regresé a casa con el dedo pintado, mi chicharrón en la mano y sintiéndome bicho raro, pues en el lapso de al menos media hora, fui el único que entró a la casilla.