En México siempre hay campañas electorales. No hay año en que no se esté presentado un proceso electoral, lo que causa hartazgo a la sociedad y se deja ver en la poca participación que se tiene en las urnas.
Nuestro país parece solo vivir para la política, pues muchos esfuerzos se enfocan en dar peso a ciertos candidatos, provocando que se vivan periodos de campaña, abierta y disfrazada, previo a las jornadas electorales.
Todo esto no tiene cabida en Francia, país que es ejemplo de una democracia de primer mundo donde no se da pie a sospechas ni a impugnaciones, gracias a su manera de trabajar en campañas y jornadas electorales.
Este 10 de abril se celebra la primera vuelta en las elecciones presidenciales francesas, donde 12 candidatos, incluyendo el actual presidente Emmanuel Macron, buscarán estar entre los dos abanderados que participarán en la segunda vuelta.
Aunque suena engorroso, la realidad muestra todo lo contrario, pues el proceso electoral comenzó el 4 marzo con la inscripción de los candidatos, mientras que las campañas iniciaron el 28 de marzo y concluyen mañana 8 de abril.
Es decir, menos de 15 días duraron las campañas electorales y tras la primera vuelta vendrá un nuevo periodo de campañas, que inician el 15 de abril y concluyen el 22 a la media noche, para dar pie a la segunda vuelta de votaciones el 24 de abril.
El día 28 se deberán validar por completo los resultados y proclamar oficialmente al nuevo presidente de Francia.
Es decir, ni siquiera 2 meses dura el proceso electoral francés, pese a que en este se está renovando al presidente de la república, contrastando con los casi cuatro meses que duran las campañas en México.
Los procesos electorales en México son largos y tediosos, pues abarcan periodos de campañas internas, precampañas, campañas electorales, jornadas de elección y hasta procesos de impugnaciones, donde pueden pasar largos meses sin definición.
De esta manera, queda demostrado que México requiere de manera urgente de reformas que permitan que la democracia sea un acto ágil y sobre todo que no aburra a la sociedad, a fin de que la participación en las urnas sea copiosa.