Con el objetivo de “terraformar” Marte para ser habitado por humanos, un equipo internacional de científicos planteó el insólito plan de crear un campo magnético artificial con la ayuda de Fobos, la luna más grande del planeta rojo, para así evitar que las partículas cargadas de alta energía lleguen a la superficie.
De acuerdo con el estudio publicado en el sitio web arXiv, uno de los principales problemas que presenta Marte es que carece de un campo magnético que proteja del viento solar y las partículas ionizantes, fundamental para la llamada "terraformación", un proceso que consiste en proveer al planeta rojo de las características físicas que permiten el desarrollo de la vida en la Tierra, ya que es el mejor candidato para ser habitable por humanos.
En la Tierra, la magnetósfera desvía la mayoría de partículas cargadas de alta energía y evita que lleguen a la superficie; sin embargo, en Marte essta protección es muy débil. Según los expertos, hace millones de años Marte tenía una atmósfera espesa y rica en agua; pero se agotó debido a la falta del campo magnético.
Por ello, los investigadores creen posible crear una magnetósfera artificial por medio de un fuerte flujo de partículas cargadas, ya sea dentro de Marte o alrededor. La opción más factible pes la segunda, pues los expertos aseguran que, en teoría, podrían crear un anillo de partículas cargadas alrededor del planeta rojo.
Para ello se valdrían de Fobos, la más grande de las dos lunas marcianas, que orbita Marte a una distancia tan cercana que hace un viaje completo a su alrededor cada ocho horas. La propuesta es ionizar partículas de la superficie de Fobos y luego acelerarlas para crear un toro de plasma a lo largo de su órbita, lo cual generaría un campo magnético lo suficientemente fuerte alrededor de Marte.
El plan, por supuesto, requerirá recursos masivos, con el mínimo absoluto de energía necesaria estimado en 10¹⁷ julios, equivalente a casi todo el consumo de energía de los humanos en la Tierra en 2020.
A pesar de lo insólito que parece, el plan cuenta con el respaldo de personalidades como James Lauer Green, jefe científico de la NASA y uno de los autores del estudio.