Bandas de barrio sucumben al tiempo y a nuevas formas de delincuencia

Bandas de barrio sucumben al tiempo y a nuevas formas de delincuencia

Foto: Enfoque

Si vives en Puebla y tienes más de 30 años, es muy probable que hayas escuchado de "Los Pitufos" o "Los Niños sin Amor", dos bandas de barrio icónicas que en su momento atormentaron a colonias de Puebla y forjaron una leyenda en torno a ellas, por las fechorías que cometían.

 

Muchos de los integrantes originales de estas bandas ya murieron y otros están en el rango de la tercera edad, con hijos y nietos que crecieron en los mismos barrios que ellos controlaron desde los años 70 hasta la primera parte de los noventa.

 

Cuando hablabas de "Los Pitufos" era imposible no remitirse a la zona del Tamborcito, un conjunto de vecindades de los Barrios de Santa María y San Antonio, en la zona centro de Puebla; mientras que en el caso de "Los Niños sin Amor", marcaron una época por sus peleas en la junta auxiliar de La Libertad.

 

A mediados de los noventa, dichas bandas comenzaron a desaparecer y empezaron a entrar nuevas, las cuales marcaron su territorio a través del grafiti en las bardas de casas y puentes, por ejemplo, la HEM (Hecho en México), la cual subsiste hasta la fecha bajo una escisión denominada la HEMafia.

 

Aunque la descendencia de esas bandas de barrio se quedó en la zona donde sus abuelos o padres operaron, la realidad es que estás agrupaciones fueron cooptadas por estructuras más organizadas que tenían en mente otro tipo de delitos, más allá del asalto a mano armada o las peleas masivas por defender un territorio.

 

Las nuevas bandas que operan en el Tamborcito y en La Libertad dejaron a un lado las navajas y las cadenas como armas, para empuñar armas de fuego con las cuales cometen asaltos en el transporte público, roban autopartes o distribuyen droga.

 

En entrevista con Imagen Poblana, una vecina de La Libertad explicó que, por muchos años, tuvo como vecinos a miembros de la banda de "Los Niños sin Amor", a quienes recuerda como pandilleros que asaltaban, golpeaban gente y robaban niños, aunque en realidad nunca vio a alguno llevar a cabo tales actos.

 

"Mi mamá me decía que no debía de verlos, si salía y ellos estaban ahí en la calle, mi mamá me decía que agachara la cabeza y prefería que fuéramos a dar toda la vuelta (...) Eran famosos por sus cadenas, las llevaban para pelearse y varias veces sí los llegué a ver golpeados, pero no recuerdo haberlos visto pelear con mis propios ojos", recuerda la mujer que pidió ser llamada como María.

 

María también sabe que de esos pandilleros que veía de niña, el mayor murió pero sus hijos heredaron las "mañas" y esto llegó a una tercera generación, en la que ahora son los nietos quienes cometen las fechorías de sus abuelos, aunque a una mayor escala, pues sabe que al menos dos de ellos están internados en el Cereso de San Miguel.

 

Oficialmente, la Secretaría de Seguridad Ciudadana y la Secretaría de Seguridad Pública Estatal, no tienen registros de que estas bandas continúen operando en la capital poblana, pues ahora se trata de grupos más estructurados que se rigen principalmente por la venta de drogas.

 

Sin poder precisar un número específico del número de bandas que actualmente hay en la capital, por ser un tema de inteligencia policial, queda claro que el barrio del Tamborcito, por ejemplo, sigue siendo una zona criminal, pero que dejó de serlo por los Pitufos y ahora lo es “gracias” a alguien más.

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