La crisis que arrastra el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en Puebla es cada vez mayor año con año. Pese a los esfuerzos de algunos priistas de ocultar esto, es evidente que el tricolor padece una enfermedad terminal desde hace ya una década.
Aunque en diversas ocasiones se ha pensado que viene una renovación “en serio” del otrora partidazo, es una realidad que las mismas “vacas sagradas” siguen mandando en el PRI, dejando de lado sangre nueva que puede ayudar a este partido.
Ejemplo claro de la crisis que vive el PRI es la renovación de la dirigencia estatal, en la que únicamente el actual “líder”, Néstor Camarillo, se presentó como candidato para repetir en este cargo, recibiendo el respaldo de las huestes tricolores.
Lo anterior deja en evidencia que en el PRI hay muy pocas opciones y confianza en otros cuadros que podrían llegar a dirigir este instituto político, lo que augura tiempos todavía muy oscuros para el Revolucionario Institucional.
Históricamente, las renovaciones de la dirigencia estatal del PRI tienen más competencia, pues por lo regular se presentaban dos opciones fuertes y no faltaba uno que otro espontáneo que de momento aspiraba a ser dirigente para después negociar algún puesto de menor importancia.
Hoy en día, el PRI no es atractivo ni siquiera para esos personajes que esperaban los tiempos de procesos internos para jalar agua a su molino, dejando ver que el capital político del expartidazo cada vez es menor.
Es un hecho que Néstor Camarillo se mantendrá como dirigente estatal del PRI de cara al proceso electoral de 2024, donde podrá “dobletear” como líder del tricolor y diputado local, demostrando que se sirvió con la cuchara grande en el pasado proceso electoral.
Y aunque hay voces que afirman que Néstor Camarillo ha llevado a cabo un “gran” trabajo al frente del PRI por los resultados obtenidos en la pasada contienda electoral, la realidad muestra que si el PRI ganó algo fue gracias al arrastre del PAN y en específico de Eduardo Rivera Pérez.
La “unidad” del PRI resulta también una falacia, ya que las voces que se han manifestado en contra de lo que sucede al interior del tricolor han preferido emigrar a otras fuerzas políticas, debido a que su voz nunca fue escuchada.
Las consecuencias de estas acciones del PRI se podrán ver en unos años, donde el tricolor podría estar en riesgo de perder el registro y tendrá que ser rescatado nuevamente por el PAN, dejando en evidencia su condición de partido miembro de la llamada “chiquillada”.