Incendios voraces en Australia, Grecia, Turquía y California; inundaciones mortales en Alemania y Bélgica; nieve en Brasil; sequías prolongadas en Uruguay y Argentina; desaparición de los glaciares permanentes en México: parecen señales apocalípticas. Quizás sí lo sean. Son evidencia del cambio climático y el tiempo para revertir las consecuencias se agota.
El cambio climático hace referencia al aumento de la temperatura general del planeta que provoca distorsiones en las condiciones meteorológicas. Hay dos grandes teorías que lo explican. La primera señala que se trata de un efecto antropogénico, es decir, es causada por la humanidad a partir de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) generados en mayor medida desde la industrialización. La segunda teoría se conoce como “negacionista”, pues señala que no es la actividad humana la causante, sino los ciclos naturales del planeta.
Desde la segunda teoría, dado que el ser humano no es el causante, tampoco puede intervenir de alguna manera. En cambio, desde la perspectiva antropogénica, sólo el ser humano puede detener el calentamiento. Actualmente existe sólida evidencia científica que demuestra que el aumento de las emisiones de CO2 y otros gases producto de la actividad económica son causantes del calentamiento global. Estos gases como el óxido nitroso, el metano y el ozono se les conoce como de “efecto invernadero” porque se acumulan en la atmósfera haciendo las veces de una barrera que impide que los rayos solares que ingresan al planeta se reflejen al exterior.
El VI informe del Grupo Intergubernamental de Expertos en el Cambio Climático presentado en el pleno de la Organización de las Naciones Unidas la semana pasada otorga pruebas de que el deterioro ambiental se está acelerando más rápidamente. De 1900 a la fecha, la temperatura promedio ha aumentado 1.1 grados centígrados y se acerca al peligroso umbral de los 1.5 grados.
Ese umbral fue definido como punto clave para la vida en el planeta. De acuerdo con varios modelos de simulación, si la temperatura promedio aumenta a ese nivel, los daños serían irreversibles. Entre otros efectos, los polos alcanzarían el punto de descongelación del permafrost (la capa de hielo milenaria) lo que provocaría que las zonas costeras del mundo aumentarán su nivel hasta 60 centímetros. Esto pone en peligro a cerca del 5% de la población mundial que vive en zonas de 5 metros o menos sobre el nivel del mar.
A diferencia de lo que comúnmente se piensa, la mayor cantidad de oxígeno del planeta no proviene de los bosques, sino de los océanos. Cuando los océanos tienen mayores temperaturas, el agua se acidifica y se reduce la producción de oxígeno. Es decir, el calentamiento global no sólo provoca mayores inundaciones en la costa, sino que desaparece el oxigeno disponible y por consiguiente se reduciría la vida marina.
México es una de las regiones del planeta más afectadas por el aumento de las temperaturas. En la gráfica siguiente se muestra la variación promedio de temperatura mensual medida en grados centígrados durante el periodo 1901-1930 comparada con 1991-2020. Se tomaron 30 años por periodo para tener mayor certeza en la media aritmética y evitar que datos atípicos sesgaran los resultados. Es muy claro que actualmente tenemos temperaturas más altas. Los meses con mayor variación son marzo, abril y mayo. Incluso, un mes de abril típico de 1901-1930 contra un mes típico de abril de 1991-2020 tiene una diferencia de 1.4°C, muy cercana al umbral del peligro.
Elaborado con datos de National Center for Atmospheric Research
Otras regiones que están cercanas a ese umbral son las áreas del norte de Rusia, la Patagonia en Argentina y el Amazonas en Brasil. Sin embargo, en este último año la temperatura en países como Canadá y Estados Unidos ha tenido un aumento de entre 1.5 y 3°C con respecto a las más altas registradas en la historia. Por ahora es un dato atípico, pero si se volviera una tendencia, nos estaría diciendo que el calentamiento global es irreversible; es decir, la Tierra ha llegado a un punto en el que, aunque paráramos toda la actividad económica, el aumento de la temperatura seguiría.
No se sabe con certeza el tiempo de vida que reste cuando se llega al punto de inflexión; algunos modelos apuntan a 30 o 40 años para que las condiciones se vuelvan tan inhóspitas como Marte; otros modelos indican de 70 a 90 años. En cualquier caso, es mejor no comprobarlo en la realidad.
Según el VI informe a la ONU estamos en el límite, pero urge frenar la actividad económica inmediatamente. No basta con un cambio individual, es preciso un cambio como humanidad. Frenar la actividad implica cambiar el modo de producción-consumo actual; desafortunadamente los grandes capitalistas jamás lo permitirán, no obstante, les hemos demostrado que su modelo económico es insostenible, pues destruye sus dos fuentes de riqueza: el trabajo humano y la tierra.
Nuestra madre Tierra nos está dando un ultimátum, cambiamos nuestro comportamiento o nos extinguimos.
*Profesor-Investigador Facultad de Negocios, Universidad La Salle México
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores
Twitter: @BandalaCarlos