Tras un monitor, micrófono o “en corto” todos somos valientes.
Decimos, criticamos y señalamos sin “miedo” a las consecuencias de nuestros actos, pues sabemos que no hay riesgo de que nos respondan.
La valentía con “sana distancia” termina cuando se tiene al frente al criticado y se toma la sumisión como “estrategia” política.
Y hay dos grandes exponentes de esto, comenzando por la presidenta del Comité Directivo Estatal del PAN, Genoveva Huerta Villegas.
Desde que inició el gobierno de Luis Miguel Barbosa Huerta, Genoveva no ha dejado pasar semana sin lanzar críticas al mandatario.
Muchas de estas críticas no tienen ningún fundamento, pero la ventaja que da el hablar de “lejitos” permite a Huerta Villegas emitir comentarios que llegan a ser desafortunados.
El gobernador, en cambio, le abrió las puertas de Casa Aguayo, donde Genoveva se mostró respetuosa y con ánimo de trabajo en conjunto con Miguel Barbosa.
Se olvidó de las críticas, de los calificativos, de las burlas. La sumisión como “estrategia” política a final de cuentas.
Nadie le creyó a Genoveva Huerta, quien no tardará en regresar a las críticas sin mucho sentido, aunque columnistas a sueldo, como uno que presume la garganta profunda, busque proteger a la dirigente panista.
Y en el mismo tenor está el impresentable Gerardo Islas Maldonado, que con la cola entre las patas fue a rogarle al presidente del INE, Lorenzo Córdova, no retirarle el registro al partido “enano” Fuerza por México.
Entonces, Lorenzo Córdova dejó de ser un perverso para Gerardo Islas. Me pregunto si lo reconoció como la máxima autoridad del INE o tuvo el valor de decirle en su cara que es el “cantinero de Felipe Calderón”, como lo hizo en 2020.
Al igual que a Genoveva, nadie en su sano juicio le cree a un personaje como Gerardo Islas, acostumbrado a la simulación y el doble discurso para salirse con la suya.
Por el bien del país, ojalá el INE no ceda a los llantos de Gerardo Islas y entierre de una vez por todas a un partido como Fuerza por México, que no tiene razón de existir.