Aunque la pandemia opacó estas noticias, en 2020 se realizaron ambiciosos proyectos con la finalidad de poblar otros planetas, y continúan en 2021. Aquí presentamos algunos datos de lo que podría empezar a configurar una economía espacial o cosmoeconomía, para que al menos olvidemos un poco el coronavirus.
En este mes de abril se cumplirán 60 años de que un hombre realizó un vuelo orbital a la Tierra durante 48 horas, era el soviético Yuri Gagarin en la nave Vostok 1. Tres años más tarde la soviética Valentina Tereshkova le dio 46 vueltas al planeta y fue la primera mujer en lograrlo. Todo esto en medio de una agresiva competencia entre Estados Unidos y la URSS por explorar el espacio exterior.
La exploración espacial no solo se realiza por motivos científicos, desde un principio ha tenido fines de explotación económica. Las expediciones incluyen entre sus objetivos la prueba de materiales o productos para comercializarlos más tarde, por ejemplo: componentes de aviones, robótica o fármacos; también rastrean la presencia de minerales escasos o incluso agua que podrían potencialmente venderse en nuestro planeta.
Después de la llegada a la Luna en 1969, el interés y el entusiasmo por el espacio pareció desvanecerse. En realidad, muchos factores influyeron, entre ellos la relación costo-beneficio de los viajes espaciales. El programa Apolo había costado 25 mil 400 millones de dólares y las naves no podían reutilizarse, cada misión implicaba un fuerte desembolso presupuestal a cargo de los contribuyentes de Estados Unidos. Luego vino la crisis energética de 1974-1975 y muchos programas fueron suspendidos. Después la caída de la Unión Soviética en 1990 la carrera espacial se volvió más discreta y menos espectacular por tratarse de naves no tripuladas.
En 1998 los planes espaciales dan un gran vuelco, para hacer frente a los altos costos, se proponen como estrategias la cooperación internacional y la inclusión de la iniciativa privada. Así, la Estación Espacial Mir (plataforma que orbita la Tierra y que alberga un laboratorio) se convirtió en “Estación Espacial Internacional” (ISS, por sus siglas en inglés) con capital de 16 países.
Los viajes a la ISS se empezaron a financiar con la venta de alguna plaza disponible para personal científico. Por ejemplo, los rusos, a través de su agencia espacial, podían vender un “pasaje” y una “estancia” a centros de investigación de otros países para que realizaran trabajos en el espacio. Posteriormente pusieron a la venta un paquete de entrenamiento y estancia en la ISS a personal no profesionista; tuvo un costo de 20 millones de dólares y fue Dennis Tito, de origen norteamericano, el primer turista espacial del 30 de abril al 6 de mayo de 2001.
Desde entonces más de 12 personas han comprado un viaje a la ISS con un costo entre 25 y 40 millones de dólares. Aunque el mercado es pequeño, el segmento está tan bien diferenciado que es bastante atractivo por lo que ya hay varias empresas compitiendo, entre ellas Bigelow Aerospace que en 2006 lanzó un módulo expandible que puede acoger turistas y se acopla a la ISS. Desde 2017 trabaja en una estación espacial terrestre y una más sobre la orbita de la Luna. En la gráfica se aprecian costos de algunos servicios espaciales, por ejemplo, orbitar la Tierra con Bigelow costará entre 5 y 10 millones de dólares, menos de la mitad de los precios actuales.
Elaboración propia con datos de las empresas
La Agencia Espacial Rusa planea reacondicionar algunos módulos de ISS para convertirlos en habitaciones de lujo con amenidades como gimnasio. Este “hotel” albergará hasta 4 huéspedes al mismo tiempo y la estancia de 20 días super exclusiva costará 40 millones de dólares.
Para los millonarios que consideren “poca cosa” un viaje en la órbita terrestre tienen la opción de viajar en la órbita lunar por un costo de 5 mil millones de dólares, que es una oferta de la empresa rusa Energía porque el costo original era de 11 mil millones. El viaje podría estar disponible en 2028, cuatro años después de instalar una estación espacial lunar.
Pero no sólo el turismo espacial se está desarrollando, también el negocio de bienes raíces interplanetario. Si alguien quisiera comprar una casa en la Luna tendrá que desembolsar unos 97 millones de dólares; pagará un enganche de 6 millones y el resto en una hipoteca a 25 años. Pagar de contado reducirá el precio hasta en 52 millones. La propiedad tendría apenas 76 metros cuadrados y se deben agregar los gastos de mantenimiento mensual.
Si lo anterior suena tentador, hay otro programa inmobiliario más atractivo. Es Nüwa, una ciudad marciana más factible que la casa lunar. Se ubicará en el hemisferio norte del planeta rojo y será una pequeña ciudad de al menos 200 mil habitantes. Los departamentos tendrán una superficie de apenas 32 metros cuadrados, pero a cambio tendrán amenidades y espacios públicos. Aunque no se han revelado los precios, se especula que podrían ser superiores a los 60 millones de dólares, la construcción comenzaría en 2054 y en 2100 habrá 5 ciudades con un millón de habitantes.
Sin embargo, Elon Musk tiene planes más acelerados, su empresa SpaceX quiere realizar un viaje tripulado a Marte en 2025 y tener lista una ciudad en 2050. Aunque ha sido tildado de poco realista, podría asociarse con otros empresarios y asegurar que al menos en 2030 se realice un viaje a la órbita marciana. Por lo pronto, si las cosas le salen bien, este año iniciará viajes a la orbita terrestre en naves con hasta 4 pasajeros. También Virgin Galactic comenzará este año los viajes a la órbita, promete el costo más bajo: 250 mil dólares y dice tener una lista de 600 pasajeros.
Los vuelos espaciales son ya una realidad y próximamente la migración planetaria también. Por supuesto, el acceso a estos bienes sigue reflejando la enorme desigualdad mundial, este mercado no será para todos.
*Profesor-Investigador Facultad de Negocios, Universidad La Salle México
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores
Twitter: @BandalaCarlos