Insistir en mantenerse dentro del mapa electoral pese a tener un historial negro y lleno de fracasos debería ser motivo de veto total para participar en temas políticos.
Es una desfachatez, en pocas palabras.
Pues hay dos personajes de la política poblana que a pesar de su terrible pasado se sienten con argumentos para pelear por una candidatura, por un lado, y para dar “consejos” electorales, por el otro.
Nos referimos al desprestigiado panista Inés Saturnino López Ponce y al no menos cuestionado priista-marinista Pablo Fernández del Campo.
Por si no lo recuerda, amable lector, Inés Saturnino fue presidente municipal de Tecamachalco, donde se ganó un evidente desprecio de la sociedad no solo por su pésimo trabajo, sino por los actos misóginos cometidos en su administración.
López Ponce fue denunciado por ejercer violencia política de género contra dos regidoras del Ayuntamiento de Tecamachalco, a las que no solo insultó, sino trató de denigrarlas frente a otras personas.
Por si fuera poco, la Auditoría Superior del Estado (ASE) denunció a Inés Saturnino por presuntos desvíos de recursos, lo que lo obligó a ampararse para no ser detenido, escondiéndose además bajo el resguardo de la dirigente estatal del PAN, Genoveva Huerta.
Sin embargo, este negro historial no fue suficiente para que Inés Saturnino no armara circo, maroma y teatro por no obtener la candidatura a la alcaldía de Tecamachalco, acusando un proceso interno amañado en el PAN, pues afirma que está arriba en todas las encuestas.
Obviamente, la sociedad lo conoce perfectamente no por “buen” gobernante, sino por todas las tropelías que cometió y que carga a cuestas.
Y así soñaba con ser nuevamente alcalde. ¡De locos!
En el otro frente, llama la atención la repentina aparición del priista Pablo Fernández del Campo para encabezar un simposio online denominado Marketing Electoral en tiempos de Pandemia. Sí, aunque usted no lo crea, Pablito se siente estratega electoral.
Parece que a Fernández del Campo ya se le olvidó que salió por la puerta de atrás de la dirigencia estatal del PRI, que como diputado local tuvo un desempeño poco menos que mediocre y además la sociedad no tiene una buena opinión de su persona.
Pero eso parece no importarle a Pablito, que seguramente ha regresado por ese ánimo que genera la cercanía de campañas electorales en personajes que, sin argumentos ni capital político, quieren ser vistos para sacar algún beneficio.
¡Pobrecito!