El extraño caso de un adolescente que había experimentado años de congestión nasal junto con un misterioso mal olor cada vez que se sonaba la nariz por fin fue resuelto, y los análisis y conclusiones fueron publicados en un reporte médico en el revista JAMA Otolaryngology–Head & Neck Surgery, según lo informado por RT.
De acuerdo con el informe, el adolescente, de entonces 15 años, acudió por ayuda médica ya que presentaba una prolongada congestión nasal, además se quejaba de pérdida del olfato. Tras llevar a cabo el examen pertinente, los especialistas le diagnosticaron "hipertrofia de cornetes", una condición que a menudo se asocia con alergias o inflamación de los senos nasales, según datos de Live Science.
Como tratamiento le recetaron un aerosol y antihistamínicos; sin embargo, el joven volvió un año después, cuando tenía 16 años. Refirió que sus síntomas nasales no solo no habían cesado, sino que se agudizaron, ya que al sonar su nariz producía un "olor fétido".
Esta vez le practicaron una tomografía computarizada posterior, que reveló la presencia de un cuerpo esférico de 9 milímetros de diámetro en la cavidad nasal del muchacho. Tras llevar a cabo una cirugía se le extrajo un perdigón que le habían disparado con una pistola cuando tenía 8 o 9 años. Pero, al no presentar ningún síntoma, nadie se percató del hecho. Luego de que se le extrajera el objeto el olor desagradable desapareció.
De acuerdo con Dylan Z. Erwin, coautor del estudio, el objeto causó esa condición al bloquear las "vías de drenaje naturales" de la nariz y desencadenar la acumulación de "moco, bacterias y desechos inhalados". Sin embargo, esta condición no siempre manifiesta síntomas propios de una infección (fiebre, inflamación, etcétera), lo que dificulta su diagnóstico, refirió.
Según el estudio, la esfera fue difícil de detectar porque con el tiempo se había cubierto con tejido nuevo, de apariencia saludable. Estaba tan enterrada que el chico no la expulsaba al sonarse, y no podía ser vista tan fácil. Además, los médicos dijeron que el joven tuvo suerte, ya que no desarrolló infecciones que pudieran propagarse a la mandíbula o los ojos, además del riesgo de rupturas óseas u obstrucciones en la garganta si el objeto llegase a descender.