Para la gente “de a pie”, el nombre de Pedro Gutiérrez Varela no significa nada… absolutamente nada, es inexistente.
Para el panismo, este personaje es sinónimo de división, mezquindad y confrontación absurda, aunque tampoco quita el sueño de nadie.
Pues este político pequeñito -un pancito- considera tener los argumentos suficientes para contender por la candidatura del PAN a la presidencia municipal de Puebla.
Sí, Gutiérrez Varela se registró como precandidato a la alcaldía, pues hoy en día ya cualquiera quiere ocupar cargos importantes pese a que no tenga ni el capital político ni la capacidad para hacerlo. Se siente baguette.
Pero más allá de tener una aspiración “legítima”, lo de Pedro Gutiérrez solo es golpeteo, solo es molestar, incomodar, como el mosquito que en medio de la noche intenta arrebatarnos el sueño.
Hace un par de semanas, Gutiérrez Varela, junto con un tal Carlos Ibáñez, fue a denunciar a Eduardo Rivera por viejas rencillas que se presentaron en la primera etapa de Lalo como alcalde de Puebla.
Obviamente, nadie le hizo caso a este par de golpeadores y ante este escenario el panista a conveniencia Gutiérrez Varela se inscribió en el proceso interno para la candidatura a la alcaldía.
Por supuesto, amable lector, nadie en su sano juicio apoyará las intenciones de Pedro Gutiérrez, que se coloca como un pequeño tope en la carrera sin rival que tiene Rivera Pérez en la capital.
Hagamos un juego. Pensemos que, en un universo paralelo, Pedro Gutiérrez se convierte en candidato a la alcaldía.
A sus espaldas cargará en campaña el desprestigio que le causó el video porno que grabó con alumnas del CONALEP.
También traerá en su historial el intentar reventar el proceso interno del PAN Municipal para evitar la llegada de Jesús Zaldívar a la presidencia de este comité.
Además de presentarse como una persona excluyente, que minimiza a los que no piensan como él y que tiene a la humillación pública como una de sus principales armas.
¿Votaría usted por él? Yo tampoco.