El 18 de febrero de 2003, un ex conductor de taxi de la ciudad surcoreana de Daegu, la tercera más grande del país, decidió quitarse la vida dentro de un tren de metro abarrotado de pasajeros. Así, lo que comenzó como una tragedia personal, se convirtió en una de las peores catástrofes de la historia del transporte público surcoreano.
El desempleado Kim Dae-han, de 56 años, padecía una depresión que se agravó aún más luego de que sufrió un derrame cerebral que lo dejó parcialmente paralizado. El hombre estaba tan insatisfecho con el tratamiento médico que recibía en una clínica de salud mental que hasta amenazó con prenderle fuego. Un día, no pudo aguantar más y decidió quitarse la vida, aunque optó por hacerlo en un lugar lleno de gente, pues "no quería morir solo", según explicó más tarde.
La mañana del 18 de febrero, en la hora punta, Kim abordó el tren 1079 de la Línea 1 en dirección a la estación de Daegok. Tenía en sus manos una bolsa con dos cartones de leche llenos de un líquido inflamable. El hombre intentó prenderse fuego con un encendedor, mientras los pasajeros intentaron detenerlo.
"Estaba jugando con el encendedor. Una persona mayor pidió que no lo hiciera y lo empujó. De repente, se le cayó el encendedor, lo que provocó el incendio", contó un testigo de la tragedia.
El propio hombre logró escapar del tren junto a varios pasajeros. No obstante, el fuego se extendió a otros seis vagones en tan solo dos minutos.
A pesar de la presencia de fuego y el humo tóxico, el maquinista del tren, Choi Jeong-hwan, no notificó a nadie sobre el incendio. Al ver el humo en las pantallas de seguridad, los funcionarios del metro se pusieron en contacto con Choi Sang-yeol, el operador del tren 1080 que se acercaba en ese momento a la misma estación. Pese a las advertencias, el tren se detuvo junto al vehículo en llamas, lo que dio lugar a que un detector de incendios cortara la electricidad en ambos trenes.
Luego, el maquinista, preso del pánico, huyó del lugar de la tragedia, dejando a los pasajeros dentro del tren cuyas puertas estaban bloqueadas. Según una fuente anónima, es probable que los sistemas de comunicación dejaron de funcionar debido al fuego en el primer tren, razón por la cual los funcionarios no lograron avisar sobre el incidente.
Cabe señalar que ambos vehículos carecían de extintores, mientras que las estaciones no estaban equipadas con rociadores ni iluminación de emergencia. Como resultado, los pasajeros que lograron salir de los vagones murieron por asfixia en busca de salidas. Un total de 192 personas —la mayoría de ellas estudiantes y mujeres jóvenes— perdieron la vida en el catastrófico incendio.
Algunas de las víctimas resultaron quemadas hasta los huesos, mientras que otras murieron pisoteadas o asfixiadas por el humo tóxico. Los bomberos tardaron más de tres horas en sofocar el incendio. Más de 140 personas resultaron heridas.
Los operadores de los trenes 1079 y 1080 fueron condenados a cinco y cuatro años de prisión, respectivamente, por negligencia criminal. En lo que respecta al propio incendiario —que resultó con quemaduras leves— fue condenado a cadena perpetua por provocar el incendio y por homicidio, pero murió de una enfermedad crónica el 31 de agosto de 2004.