Por lo menos “180 colectivas y sindicalistas” convocaron a la marcha capitalina por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, establecido por la Organización de las Naciones Unidas hace 20 años, y su celebración fue masiva y global, pero la ciudad de México es una excepción porque apenas participaron “un millar” de mujeres (Imagen Noticias y autoridades locales) o “varios miles” (La Jornada).
En cualesquiera casos se trató de una muy pequeña manifestación del monumento a la Revolución al Zócalo, eso sí con un grupo autodenominado anarquista infiltrado y que por desgracia forma parte del paisaje citadino desde que Enrique Peña Nieto asumió como presidente en San Lázaro, el 1 de diciembre de 2012.
Y como siempre, las que algunos columnista llaman “feminazis”, término inexacto, se distinguieron por sus acciones vandálicas contra negocios particulares micros, pequeños y trasnacionales; por su agresividad hacia las mujeres policías que las vigilaban y trataban de contener; contra personas que realizan un plantón en el Zócalo y que son residuos del anticomunista Frena a los que destruyeron sus pertenencias e intentaron agredir a los que rezaban en Catedral. Además lesionaron a 23 policías –seis de ellas fueron trasladadas a un hospital– y 20 civiles que fueron atendidos en el Zócalo. Ellas y ellos también son padres, trabajadoras, hermanos…
Cierto es que las convocantes de la marcha establecieron a las supuestas anarquistas colocarse en la retaguardia, lo que respetaron un rato, también que las “180 colectivas” no participaron de las agresiones, como algunos medios desinformaron. Pero es público y está harto documentado que las lideresas de hoy y las de hace medio siglo no supieron o no quisieron deslindarse a tiempo de las vandálicas y supuestas feministas. Los argumentos van desde que unos cuantos cristales rotos y que las piedras (monumentos) valen menos que la vida de las mujeres.
Mas el nudo del problemas es otro y lo eluden las gurús de los feminismos: ¿Se puede combatir el gravísimo problema de la violencia familiar y el feminicidio violentando a las mujeres y hombres policías, a comerciantes y trabajadores, a micro y pequeños empresarios? ¿Quemando librerías como El Sótano de avenida Juárez?
Varias razones pueden argüirse para explicar el fracaso estrepitoso de la marcha de las “180 colectivas y sindicalistas”, pero una principal consiste en que muchas mujeres y hombres que abrazan las causas de los feminismos que son diversos –desde el liberal predominante hasta el anticapitalista y el socialista–, no de ahora que están de moda sino desde los años 60 del siglo pasado, no comparten los acciones vandálicas y la violencia contra las mujeres policías, por más que las agresoras expliquen a la policía sometida en el suelo: “No te agredo a ti, sino a lo que representas”.
Finalmente se trata de un problema de eficacia social y política, no de buenas intenciones que de ellas está sembrado el camino del infierno, de cómo es más viable construir una mayoría contra la violencia intrafamiliar y los feminicidios (3 800 al año), en particular para proteger a las más pequeñas e indefensas que son violentados por familiares masculinos y femeninos. Cada día 32 niñas de 10 a 14 años se convierten en madres, por lo general víctimas de agresiones sexuales. Esto es lo trascendente. Y no tanto el reparto del pastel político a lo que tantos esfuerzos canalizan.