Muchos de los panistas se preguntan por qué razón Marko Cortés no ha sido enfático en el nombramiento, de facto, de Eduardo Rivera Pérez como candidato del partido a la alcaldía.
Otros se preguntan por qué a pesar de la evidente alianza entre Genoveva Huerta, presidenta del Comité Directivo Estatal, y Fernando Manzanilla, diputado federal del PES, el líder nacional panista le sigue dando coba a Huerta Villegas.
Incluso, las traiciones que ha emprendido Genoveva contra el propio Marko, aliándose con David Zepeda -del grupo de Ricardo Anaya-, no han causado un distanciamiento severo con el jefe nacional del PAN.
¿Por qué?
La razón es la ambición de Marko Cortés: su reelección como presidente nacional del PAN.
Resulta que Genoveva Huerta le ha ofrecido sus números, los del control de buena parte de los órganos de operación del PAN.
Marko Cortés sabe que requiere el voto de la mayoría de los panistas y ha decidido quedar bien con Dios y con el diablo.
Tanto a Eduardo Rivera y al Yunque le da coba, como a Huerta Villegas con sus candidaturas alternas.
Tomemos como ejemplo, para no obviar en el caso de Rivera, el de Manuel Herrera, quien va por el distrito local IX.
En esa demarcación las encuestas le favorecen, pero Genoveva Huerta ha decidido dividir a los simpatizantes de su partido colocando un segundo perfil con menos trabajo electoral: el regidor Jacobo.
Huerta, por recomendaciones de Fernando Manzanilla y de Eduardo Alcántara, ha decidido poner “espejos” en cada candidatura.
La intención es negociar al final posiciones.
Esta estrategia que fragmenta al PAN no ha sido sancionada por Marko Cortés debido a su intención de contar con los votos panistas y de otros estados que Genoveva Huerta puede operar.
La ambición de Marko Cortés está debilitando al PAN porque al pretender tener todos los votos de los líderes del partido azul, Marko terminará quedando mal con todos.
Pero en el proceso muchos candidatos exitosos podrían quedar a medio camino.
Huerta Villegas ve en la elección del género la posibilidad de poder hacer un rompimiento de juego, es decir, desarmar a los candidatos ya consolidados y capitalizar esta fragmentación en favor de sus simpatizantes.
Para que los panistas puedan consolidar su movimiento de oposición, estorba la postura de Cortés, quien un día le dice sí a Genoveva y al otro sí también a Lalo.