Con la pandemia de COVID-19 ha aumentado el uso de dispositivos tecnológicos, debido a la aceleración de la adopción digital. Ahora, el trabajo a distancia, la escuela en línea y el comercio electrónico entre otras actividades, son la norma. Este contexto de uso cotidiano y extensivo de dispositivos como el celular, tabletas o la computadora podría estar causando molestias a personas que padecen hipersensibilidad electromagnética, padecimiento presente en unos pocos individuos por millón, aunque según algunas encuestas, aproximadamente el 10% de los casos notificados de hipersensibilidad electromagnética se consideran graves, indica la Organización Mundial de Salud (OMS).
La hipersensibilidad electromagnética se define como la percepción de una persona de ser extrasensibles a los campos electromagnéticos de los dispositivos electrónicos, tales como el WiFi, las computadoras, los hornos de microondas y otros electrodomésticos. Los primeros reportes de este fenómeno comenzaron a aparecer a mediados del siglo veinte y fue nombrada así en 1991, conforme se extendió el uso de electrónicos y personas comenzaron a reportar padecer de esta hipersensibilidad.
Pese a estos reportes, la hipersensibilidad electromagnética no es reconocida como una enfermedad en la comunidad médica, principalmente debido a que los estudios llevados a cabo no han conseguido establecer un vínculo fuerte entre los campos electromagnéticos y los síntomas manifestados por quienes dicen padecerla. Según la OMS, esto podría deberse a factores ambientales no relacionados con los campos electromagnéticos: el parpadeo de las luces fluorescente u otros dispositivos con pantallas, un diseño ergonómico deficiente de las estaciones de trabajo con computadoras, así como la mala calidad del aire interior o el estrés en el lugar de trabajo o el entorno de vida, o incluso condiciones psiquiátricas preexistentes.
Aunque existe una gran variedad de síntomas, estos son algunos de los síntomas manifestados por quienes dicen padecer hipersensibilidad electromagnética: dolores de cabeza, problemas de piel, dolor musculoesquelético, trastornos del sueño, problemas de humor, mareo, dificultades de memoria, problemas para concentrarse y sensación de calor en la cara. No obstante, según un estudio de 2020 publicado en la revista Environmental Health, la creencia de que los campos electromagnéticos son dañinos podría causar un efecto nocebo, el cual ocurre cuando una persona experimenta síntomas negativos de un tratamiento debido a las creencias negativas sobre ese tratamiento.
Similar a este fenómeno, la hipersensibilidad química múltiple también se manifiesta en un porcentaje de personas alrededor del mundo sin ser reconocida como una enfermedad en la comunidad médica. La hipersensibilidad química múltiple es un síndrome crónico donde el paciente experimenta una variedad de síntomas recurrentes, con varios órganos y sistemas implicados, que se relacionan con la exposición a diversas sustancias en dosis muy bajas (concentraciones menores a las necesarias para causar efectos adversos en la población general), tales como productos químicos ambientales o alimentos.
De acuerdo a la Universidad Johns Hopkins, el reconocimiento de este fenómeno a manera de enfermedad es un tema controvertido, con muchos en la comunidad médica inclinándose por calificarlo como manifestaciones físicas de una enfermedad psicológica. Mientras que otros en la comunidad médica sí consideran la sensibilidad química múltiple como una reacción física negativa a ciertos químicos. Entre los síntomas considerados dentro de este síndrome se encuentran: dolores de cabeza, erupciones, asma, dolores musculares y articulares, fatiga, pérdida de memoria y confusión.
A pesar de la controversia, muchas personas podrían presentar síntomas atribuidos a la hipersensibilidad electromagnética y la hipersensibilidad química múltiple, particularmente en las condiciones de confinamiento en la nueva normalidad del COVID-19. Ante esta posibilidad, la OMS recomienda a los doctores centrar los tratamientos de estas estas personas en los síntomas de salud y el cuadro clínico, y no en la necesidad percibida de la persona de reducir o eliminar los campos electromagnéticos o los componentes químicos en el lugar de trabajo o en el hogar.