La elección del próximo año podría llegar a niveles tan bajos de participación que el pronóstico es reservado.
Esta apatía de la sociedad a sufragar tiene su origen en las constantes pugnas de los representes de los partidos políticos.
Ni en el PAN ni en Morena, los dos principales partidos, hay unidad interna.
La participación en la elección pasada fue de 60 a 65 % en los principales municipios de la entidad.
En comparación con las elecciones anteriores, hubo un crecimiento de 20 % de la participación ciudadana.
La mayoría de estos votos fueron para Andrés Manuel López Obrador.
Dicho de otra manera, y para entenderlo mejor, los votantes que nunca habían salido a las urnas eligieron la opción de Morena en la figura del hoy presidente.
¿Pero qué pasa si el presidente no aparece en la boleta o si todos esos nuevos votantes, desencantados, deciden nuevamente quedarse en sus casas?
El PAN celebra tal acción, pero no hay motivos.
Creen los albiazules que el desencanto en el presidente se traducirá en votos para ellos y eso es poco probable.
Un votante desencantado con el PAN o con el PRI que sufragó por López Obrador tal vez no vuelva a apoyar al partido Morena, pero no necesariamente se convertirá en un simpatizante del PAN.
El crecimiento de la apatía social favorece al partido en el gobierno si es que este desarrolla estructuras de promoción de voto.
Sin embargo, si los operadores de Morena no desarrollan estas estructuras, tampoco podrán aprovechar su ventaja de ser gobierno.
Si participa menos de 40 % del listado nominal los próximos legisladores y alcaldes tendrán un grave problema de gobernabilidad, porque no tendrán legitimidad.
Y, sobre todo, no será un partido o candidato el elegido por los ciudadanos; más bien la ausencia de participación ciudadana llevará a los peores a gobernar, independientemente de por qué partido se postulen.
La crisis política de México es grave.
Y el interés ciudadano mengua.