Mario Molina fue un “badass” en todos los sentidos.
Le conocí hace 11 años cuando le partía la cara a dos de los exgobernadores priistas más odiados de los últimos tiempos: Miguel Ángel Osorio Chong y Mario Marín.
En 2009, hubo un boom en el precio del petróleo. Puebla al fin ingresaba a los estados petroleros al comprobarse la posible explotación del yacimiento de Chicontepec.
En aquel entonces, el Gobierno Federal lanzó un concurso entre gobernadores. El ganador se quedaría con la nueva refinería que se construiría y con el prestigio.
Cada uno de los mandatarios tenían que exponer, como en la escuela, por qué su proyecto era el mejor.
La Presentación de Propuestas sobre la Localización de la Nueva Refinería de Petróleos Mexicanos fue celebrada en la Torre Antonino Fernández de Pemex Internacional.
Sucedieron dos rondas. En la primera, la del 26 de marzo, llegó Miguel Ángel Osorio Chong junto con los gobernadores de Tamaulipas, Campeche y Michoacán.
En la siguiente, cuatro días después, llegó el gobernador de Puebla junto con los de Hidalgo y Veracruz.
Mario Molina era parte del jurado.
Para el Premio Nobel de Química, la presencia de un gobernador no le intimidaba en lo absoluto. Por el contrario.
Sentado, le señalaba a Osorio Chong que su propuesta de refinería era sumamente contaminante, que no había considerado ese impacto ambiental que se sumaba al de la refinería Miguel Hidalgo.
Un efecto invernadero muy localizado generaría el hidalguense.
Al terminar las rondas de preguntas me acerqué al doctor.
Le pregunté sobre el daño ambiental y le comenté sobre el yacimiento de Chicontepec, el impacto para Puebla y la propuesta de Mario Marín.
Una fuente me había comentado que el gobernador poblano haría un “refrito de La Célula” en su presentación.
Se lo comenté, sonrío, movió la cabeza y no dijo más.
Cuatro días después, Mario Marín era el primero en presentarse ante el comité de especialistas.
Yo estaba expectante.
Mario Marín justamente hizo lo que mi fuente me había comentado: “refriteó" La Célula.
El mismo proyecto, el Nodo Logístico, era el proyecto para la refinería.
El “badass” Mario Molina ya no llegó a la segunda ronda, pero envío a un emisario.
Carlos Mena Brito, director del Centro Mario Molina, le señaló al mandatario que La Célula y la presentación de tal recinto no se hizo para considerar la instalación de una refinería.
Por ello, le requirió otros sitios para establecer la planta.
Mario Marín tartamudeó:
“No-n-no los tenemos a la mano (los terrenos). Otros terrenos los puede haber, pero eso nos llevaría mucho tiempo (…) para comprar esas 1,200 hectáreas nos llevamos más de un año (…).
Mena Brito le miró con dureza.
“Es muy difícil poder encontrar terrenos grandes que puedan satisfacer estas necesidades. (…) Por eso, yo no daría otra opción”, respondió un nervioso Mario Marín.
El tema de los terrenos, estaba seguro, se lo facilitó el doctor Molina a Carlos Mena.
Yo, crítico sempiterno de Marín, celebré el brete en el que se había metido el mandatario.
Y pensé: “vaya peso, el del Premio Nobel, aun a distancia le rompió la cara a Marín”.
Hoy ese mítico héroe ha muerto.
Pero igual que en mi memoria, en la de miles de mexicanos hay anécdotas que retratan su paso por el país.
Son ellos los héroes del ahora.
Los defensores de la ciencia.
Hasta pronto, admirado “badass”.