Una cosa es tener un ideal y otra muy distinta es ser fanático de la transformación que sea, aunque ésta sea para atrás. Se rebelan contra la realidad, argumentando que no se debe criticar a los cuatroteros "en los momentos actuales, cuando intentan carcomer los cimientos de una nueva nación que las mayorías están tratando de construir sobre la podredumbre dejada por los gobiernos que desecharon los principios y sus objetivos de justicia social". Ni cómo ayudarlos.
En México, cada hora que pasa siete empresas quiebran, 14 mil personas pierden su empleo, 20 son ejecutados por el crimen organizado, Pemex y CFE pierden 300 millones de pesos, 25 mueren por Covid y 1 mil 400 ingresan al hambre y al cinturón de la miseria.
Pero la pandemia está cediendo, dicen, mientras Francisco Chiguil deja a su esposa el trono de la alcaldía Gustavo A. Madero, René Bejarano lucra con el hambre en las colonias pobres levantando un padrón electoral de Morena a cambio de leche y pan, y el hermano incómodo, Pío López Obrador, dice que si lo investigan le están rascando los bigotes al tigre.
La corrupción es para fortalecer el movimiento
Robar es malo, disfrazarlo de revolución es perverso. Creerlo es enfermizo y detenerlo es patético. Se viola el decálogo de la lógica. Aseguran que algo es la causa simplemente porque ocurrió antes. Asumen que una afirmación por ser popular debe ser cierta, entre otras demencias furiosas.
Las despensas son ayudas alimentarias. Los moches, agradecimientos: El desvío de recursos, aportaciones. La corrupción es para fortalecer el movimiento, y robar al país es sólo cooperación del pueblo. Si alguien reclama que van más de 60 mil muertos y llegaremos a cien mil en unos días, los zares anti-coronavirus pueden responder que no son muertes, sino aportaciones al más allá.
Infantilizan a la población. Tratan de hacer creer que ser mediocre es la moda. Fomentan que la gente sea más emocional que crítica.
Hacen que los individuos se depriman, antes que responder. Distraen para que nadie se fije en los temas importantes. Crean problemas, difieren y postergan para pedir el sacrificio futuro, tal cual ya lo había dicho Noam Chomsky.
El fanatismo es patrimonio de sistemas dictatoriales
Ayudarlos es simplemente complicidad. Nadie se puede embarcar en ese tren de la tragedia, porque nadie está dispuesto a sacrificar el presente y el futuro de sus hijos y descendientes. La capacidad de respuesta del razonamiento fanático es escasa, por eso es fácil presa de caudillos y revoltosos. Y es así como defiende tesis falsas, es iracundo e irascible, su capacidad de reacción es violenta e irracional.
El fanático cree saberlo todo, se siente portador del poder divino para resolver todos los problemas, sancionar o castigar. Pone en claro que el fanatismo es patrimonio de sistemas dictatoriales, donde el chantaje, la represión y el miedo son utilizados para someter a las poblaciones.
No razonan: lo que piensan se convierte en dogma de fe. Desprecian lo diferente. Se perciben a sí mismos como víctimas obligadas a luchar. Ellos son los buenos y el resto somos los malos. Se adhieren incondicionalmente a un partido o personaje político. Son agraviantes, planos de mente y difamatorios. Una gran epidemia.
Del fanatismo a la barbarie sólo hay un paso, opina Jung
Para Carl Jung, una de las figuras claves del psicoanálisis, la intensidad del fanático es directamente proporcional a la duda respecto de sus ideas. El odio intenso hacia los demás nace como reacción compensatoria a ese conflicto interno. El fanático es sólo una duda existencial viviente. Del fanatismo a la barbarie sólo hay un paso, opina.
Ryszard Kapuściński, el periodista polaco, explicó, después de tratarnos cotidianamente, que: "Si entre muchas verdades escoges una sola y la persigues ciegamente, ella se convertirá en falsedad y tú en un fanático.” Y entre los amlovers hay todavía niveles de fanáticos.
Los de hasta arriba, los de conveniencia, lo son porque se aferran a negocios, ingresos y prebendas que sólo pueden lograr desde el poder. Un poco más abajo están los chairos de ocasión, los que deben cuidar las ambiciones de crecer a esa vera. Hasta se atreven a ideologizar cualquier margallate u ocurrencia del Supremo.
Y por último, los que más duelen, los amlovers de la miseria. Los que han creído todas las zarandajas de los mensajes de equidad, de programas sociales que nunca llegan a su destino, los que tienen la esperanza de llegar a ser ese proletariado sin cabeza que pueda acceder plenamente al poder.
Próximos a una barbarie que no dejará títere con cabeza
Los fanáticos son los chivos expiatorios de este experimento sin sentido que amenaza con derrota, escasez, hambruna galopante, devaluación crónica, desempleo rampante, sequedad económica y todo un callejón sin salida para 130 millones de mexicanos.
No saben y no les interesa saber que se ha gestado desde las alturas de Palacio Nacional una barbarie que no dejará títere con cabeza.
Empezando por ellos, desafortunadamente.
Nada de lo que podamos vivir en adelante tendrá nombre, porque nada será conocido por nuestra memoria colectiva.
Todos seremos enemigos entre sí.
Revoltosos, fanáticos, chairos, neo fascistas y obtusos están haciendo cera y pabilo de las dolencias mexicanas.
¿Hasta cuándo?
¿No cree usted?