Esta mañana de lunes, el secretario de Salud, José Antonio Martínez García, reveló un dato digno de consideración: la enorme probabilidad de un incremento de los contagios de Covid-19.
De manera imaginaria, la población mexicana de pronto se relajó. En Puebla, muchos de los ciudadanos que habían permanecido guarecidos en sus casas de pronto consideraron que la pandemia ya había terminado. Pero no es así.
El secretario de Salud advirtió del riesgo que representa el aumento de casos de contagio. Lo calcula correctamente porque sabe que el comportamiento social de los últimos días se ha desbordado.
El virus no se ha reducido, los contagios siguen y las muertes persisten.
Pero los poblanos consideran (casi) que la pandemia ha sido superada. Por ello, este fin de semana centros comerciales, restaurantes y hoteles tuvieron un importante crecimiento en cuanto a afluencia.
Debido a las decisiones incorrectas del gobierno federal, la curva de contagios ya es imparable. Lo que hizo correctamente el Gobierno del Estado, en contraste, fue restringir la movilidad para causar un distanciamiento social que redujera el índice de contagios.
Pero desde hace dos semanas, los poblanos comenzaron a hacer sus actividades de manera casi normal.
La única solución absoluta para poder recuperar la cotidianidad es el surtimiento y aplicación de la vacuna, pero incluso en las estimaciones más positivas, esta llegará hasta fin de año.
En otras estimaciones, la vacuna está considerada para los primeros meses del próximo año.
En cualquier caso, resultará importante observar el índice de contagios de los próximos días.
El virus no se ha ido ni a amainado su letalidad. Pero en Puebla el comportamiento social se asemeja al de los días anteriores a la contingencia. Con ello, lo único que se causará es el aumento de fallecimientos y la saturación de un sistema de salud que cada día requiere más médicos y enfermeras.
Pero es curioso cómo el poblano ignora las recomendaciones e incluso los casos que llenan las páginas de los diarios: a veces un incidente dramático en el que fallecen los pequeños de una familia, en otros casos los médicos cayendo frente a la enfermedad o en otros las muertes no registradas.
Los casos están ahí, para demostrarnos nuestra fragilidad humana.
Pero los poblanos siguen en las calles.
El costo de este desapego de la realidad será pagado en los cementerios.