La “mayoría” de los industriales “evitan contacto” con el presidente Andrés Manuel López Obrador porque “ignora sus propuestas”, lloriqueó ante sus pares Valentín Diez Morodo, presidente del Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior, Inversión y Tecnología.
El dueño de los Diablos Rojos de Toluca (Deportivo Toluca Futbol Club SA de CV) utilizó para ilustrar su denuncia en una videoconferencia, el pasado martes 28, el lenguaje que se maneja en uno de sus grandes negocios: “Usando términos futbolísticos, el presidente nos patea cada vez que proponemos algo”.
No es ninguna casualidad sino todo lo contrario causalidad, que las opiniones del magnate acostumbrado a que su voz sea escuchada y tomada muy en cuenta por los gobernantes, incluso habituado a ordenar, hizo las provocadoras declaraciones apenas unos días después de que AMLO y el Consejo Coordinador Empresarial suscribieron en Palacio Nacional un acuerdo para presentar una reforma en materia de pensiones, con el respaldo de la Confederación de Trabajadores de México, la muy venida a menos CTM, como todo el movimiento sindical y obrero.
Incluso “pateados” los del Comce, en voz de Diez Morodo, juran que están en el “proceso de buscar acercamientos” con el mandatario, pues “se han percatado de que sí está recibiendo a algunos dirigentes, pero de manera individual”. Perdón, señor magnate, ¿el CCE es un individuo? ¿No es el organismo cúpula del empresariado mexicano?
Así como no hay borracho que trague lumbre, tampoco existen grandes capitalistas que cancelen los accesos para negociar con hombres y mujeres del poder político, incluso cuando estén empeñados los de la Cuarta Transformación en separar el poder económico (financiero, bursátil y criminal), proceso en marcha a pesar de complejidades y costos en inversión privada tantas veces anunciada e igual número de ocasiones regateada, hasta llegar al criminal chantaje de los distribuidores de medicinas y equipos médicos que tanto daño causaron a los pacientes, en primer lugar a los niños con cáncer. Pero terminó el perverso juego y ahora tendrán que concursar en la ONU junto a gigantes del ramo.
Curándose en salud, Valentín Diez jura que “no existe ruptura” entre el jefe del Ejecutivo y los industriales. Explica simplona, frívolamente: “Ha habido ciertas diferencias en que el carácter de él es no permitir que los empresarios, en un momento determinado, como decimos en México, se cuelguen las medallas para resolver los problemas”.
El también consejero de varios de los consorcios más importantes del país, además pretende sembrar cizaña, porque “Pese al nulo acercamiento” con Obrador, hay “magníficos interlocutores, como Marcelo Ebrard”.
En dos asuntos tiene razón el plutócrata futbolístico, que en la nueva normalidad, derivada de la pandemia del bichito microscópico que puso al mundo patas para arriba, lo que no impidió que los grandes capitales se multiplicaran mientras el mundo del trabajo empobreció mucho, los empresarios (de todos los niveles y tamaños) serán fundamentales para incentivar el crecimiento económico de sus respectivos países y la aldea.
Y también la pertinente conclusión de Morodo: “Ha llegado el momento de pensar diferente y debemos buscar esta capacidad para encontrar soluciones distintas que vayan en función de la colaboración”. Para lo cual, añado, es preciso que den el primero y segundo pasos los que “se sienten dueños de México” (AMLO, dixit, aunque a mi juicio todavía lo son) y pregonen con el ejemplo.