Ríos de tinta han corrido sobre las contradictorias declaraciones del subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López Gatell, respecto al falso aplanamiento de la curva de contagios de COVID-19 en México. Estas declaraciones encontraron su punto máximo con la justificación de mantener activa la virulencia para reducir la saturación de camas en hospitales.
El contraste entre el análisis de los datos estadísticos de contagios y el parte del Gobierno Federal sobre la enfermedad revela un hecho: las autoridades mexicanas no tienen una ruta para reducir la pandemia. El regreso a las actividades de trabajo o lúdicas será seguro en México hasta que la vacuna sea encontrada y administrada.
Este martes fue divulgada la noticia respecto a que, según un estudio de la Universidad de Oxford, el medicamento dexametasona, barato y de fácil acceso en todo el mundo, puede ayudar a salvar vidas de pacientes graves de coronavirus. Al suministrar esta medicina a 2,000 pacientes gravemente enfermos, las muertes fueron reducidas en un 35% entre los que respiraban con la ayuda de un ventilador, y en una quinta parte en otros pacientes que solo recibían oxígeno.
Pero esto no es una cura, los investigadores lo presentan como una última opción para atender a los pacientes graves debido a los efectos secundarios de la droga.
En México, distintas voces especializadas han señalado de manera constante que no hay medidas contundentes para reducir los contagios o para analizar el crecimiento de la enfermedad, ante la negativa constante a la ejecución de pruebas rápidas por parte de López Gatell. Sin medidas extraordinarias, la única certeza que esperan los especialistas para que se recupere la normalidad en México es la aparición de la vacuna.
Pero la desesperación es de todos los países. Las grandes economías del mundo esperan evitar un colapso bajo el impacto del COVID-19 a través del hallazgo de esta cura.
A medida que los países emergen cautelosamente de los confinamientos, los líderes están buscando una vacuna preventiva como la ruta para volver a la vida prepandémica.
Impulsadas por miles de millones de dólares en inversiones gubernamentales, vacunas de compañías poco conocidas como la china CanSino Biologics y gigantes como Pfizer y AstraZeneca trabajan en el desarrollo.
Hasta el 9 de junio, la Organización Mundial de la Salud (OMS) tenía registro de 163 candidatos para vacunas experimentales; por ahora, China lidera la carrera en el desarrollo, ya que la mitad de las pruebas que ha ingresado a ensayos clínicos tiene el sello del dragón asiático.
Pero aunque el objetivo final es un golpe de gracia contra el virus, las vacunas tempranas pueden tener limitaciones en lo que pueden ofrecer. Al menos una de las vacunas experimentales de más rápido movimiento ya ha avanzado en ensayos en humanos después de mostrar un impacto en la enfermedad.
Los expertos dicen que tal producto probablemente se usaría ampliamente si se aprobara, incluso si eso es todo lo que contribuye, hasta que salga al mercado una versión más efectiva.
El gobierno chino fue el primero en levantar la mano meses después de que el brote comenzara en la provincia de Wuhan a finales de 2019 y ya tiene cuatro vacunas inactivadas y una de adenovirus que han sido aprobadas para ensayos clínicos en humanos.
Hasta ahora, el COVID-19 le está enseñando al mundo a trabajar para una misma causa y aunque los métodos de cada país son distintos todos tienen la misma meta: encontrar una vacuna.
Dentro de la larga la lista de naciones que se sumaron para acabar con el enemigo en común, destacan las mayores potencias económicas: Estados Unidos, China y Rusia, pero no son las únicas en este esfuerzo.
En México, sin embargo, la esperanza en el fármaco es más grande porque es la única noticia que devolvería la confianza a salir a las calles. Con autoridades que cambian constantemente sus declaraciones sobre la fenomenología del virus en el país, no hay certeza sobre el futuro de la enfermedad en México.
Y aunque la única esperanza de dar certeza para acabar con el confinamiento radica en la vacuna, en el mejor de los casos, esta aún podría tardar más de un año para ser definitiva debido a los periodos de prueba y evolución en pacientes.