La mudanza del Club Monarcas Morelia a Mazatlán ha evidenciado nuevamente que en el futbol mexicano el arraigo y la historia no valen nada, pues de un plumazo y millones de pesos se puede atentar contra el patrimonio deportivo de una ciudad.
Ninguna liga seria del mundo presenta casos como el que vemos en el futbol mexicano. En campeonatos bien organizados y competitivos vemos que los clubes permanecen en sus lugares de origen hasta el final de sus días.
Sin embargo, el cambio de sedes es algo “normal” en la Liga MX y eso se ha presentado en más de una ocasión. Podemos contar que las actuales franquicias del Puebla, Querétaro, Santos Laguna y de los ya desaparecidos Tiburones Rojos del Veracruz y Chiapas no surgieron en estas ciudades.
En 1988 llegó a Primera División el Club Santos Laguna, gracias a la compra de la franquicia del Ángeles de Puebla, equipo que a su vez había comprado su lugar al adquirir la franquicia del Oaxtepec.
En 1999, el Club Curtidores ascendió a Primera División y de inmediato fue vendido a Puebla, para convertirse en la Franja, que recién había descendido.
Fue en el año 2002 cuando Colibríes de Morelos apareció en el Máximo Circuito gracias a la compra del entonces Atlético Celaya. La historia de este club fue muy breve, pues en 2003 desapareció.
El Querétaro hizo un cambio muy raro en 2013. Luego de descender, Grupo Oceanografía compró la franquicia de Jaguares de Chiapas para convertirla en Querétaro y a su vez se evitó el descenso de Gallos Blancos para enviarlo a Chiapas, acto evidentemente irregular.
Veracruz es uno de los casos más tristes, pues la franquicia original de este club ya no existe y los Tiburones regresaron a Primera División gracias a la compra del club La Piedad, que tras ascender en 2013 fue enviado al Puerto Jarocho, para luego desaparecer en 2019.
No podemos olvidar el caso de Bravos de Juárez, que alcanzó la Primera División con la compra de la franquicia de Lobos BUAP, venta que está en los tribunales debido a que se han encontrado infinidad de irregularidades.