Polarización es un vocablo que se usa demasiado y arbitrariamente en México porque con él se pretende descalificar en automático al presidente Andrés Manuel y el gobierno de la Cuarta Transformación, estigmatizarlos como responsables únicos en tanto que poseedores de buena parte del poder político, pero bajo ninguna circunstancia del económico y financiero, religioso y delincuencial tanto de las bandas como de los de cuello blanco al frente de grandes corporativos aztecas y trasnacionales.
Sin buena parte de los poderes fácticos –que suelo enunciar como los dueños de México y que el principal inquilino de Palacio Nacional los describe como los que se sentían dueños de México–, la feroz batalla mediática que se libra en todos los temas de la agenda nacional y que todavía se dicta desde Palacio, ahora está concentrada en la crisis sanitaria y económica globales, todavía no en el fracasado modelo del capitalismo salvaje que la parió, al desmantelar en menor o mayor medida y durante décadas los servicios públicos de salud, destacadamente en Estados Unidos y México.
Los adversarios que con frecuencia opinan y actúan como enemigos de la 4T, hacen esfuerzos intelectuales y propagandísticos para poner a salvo el macro modelo, y defenderlo a capa y espada como lo hace con poca fortuna Leo Zuckermann, una suerte de cruzado del neoliberalismo.
Pero hablamos de polarización y ésta es un proceso por el cual la opinión pública se divide en dos extremos opuestos. Y si revisamos, por ejemplo, la más reciente encuesta dada a conocer por la agencia Reuters, en la que laboraba en los años 70 el buen Bob Evans, pone las realidades en su justa dimensión y complejidad al registrar que más de siete de cada 10 mexicanos (73%) respaldan las medidas sanitarias de AMLO ante el Covid-19, incluyendo la Jornada Nacional de la Sana Distancia que se extenderá hasta el 30 de mayo. Sólo el 17% las desaprueba. Es decir “un polito frente a un polote”, como explicaba Ricardo Raphael en La Octava.
En la misma dirección, 82% consideró positivas las medidas tomadas por las autoridades sanitarias para evitar la propagación del coronavirus, mientras que 72% expresó acuerdo con extender las medidas de aislamiento y distanciamiento, frente a 24% en desacuerdo. La variación de los porcentajes (73-17, 82-18 y 72-24) indica que la “polarización” invocada por los prejuiciosos analistas existe más en sus cabecitas que en la realidad.
No otra cosa indica que en la misma encuesta de la agencia británica el 62% avala las decisiones económicas de López Obrador frente al 32% que está en desacuerdo. O que siete de cada 10 paisanos coinciden con AMLO en no contraer deuda para afrontar la recesión, pero 65% simpatizan con la idea de que los empresarios deben gozar de prórrogas para el pago de impuestos, lo que por cierto ya recibieron en el Instituto Mexicano del Seguro Social, pero los comentócratas y los consorcios para los que trabajan no lo registran, damnificados como están por el drástico recorte a la pauta publicitaria y el chayote, que no es lo mismo aunque lo parezca.
Y finalmente, 71% estimó “más importante dar apoyos a pequeñas y medianas empresas que continuar con la construcción de la refinería de Petróleos Mexicanos en Dos Bocas, Tabasco”. Como si fueran excluyentes, contradictorias, es notable la orquestación mediática en contra de las obras insignia de la 4T.
Los porcentajes y sus variaciones exhiben que la polarización es un recurso propagandístico, o como dice Héctor Aguilar Camín “existe en las élites”, sí pero éstas tienen sus respectivas bases sociales.