Pasó de noche la observación del presidente Andrés Manuel, formulada en la mañanera del lunes 6, un día después de que presentó el Plan para el Bienestar y el Empleo, en cuanto a que conoció manifiestos con abajofirmantes en los que se criticaba antes de ser dado a conocer el documento, y como él insiste es la profundización del Plan Nacional de Desarrollo en tiempos de coronavirus y crisis no sólo de la economía del orbe sino del modelo macro dominante desde que Margaret Thatcher (1979-90), Augusto Pinochet (1973-90) y Ronald Reagan (1981-89), gobernaban Inglaterra, Chile y Estados Unidos.
De noche pasó porque las notas que arroja la mañanera con frecuencia disputan una con otra por una inadecuada dosificación de López Obrador, también por el afán protagónico de colegas que preguntan sobre los más disímbolos temas, como si el presidente fuera todólogo, lo que niega en forma reiterada, y por formular preguntas como si se tratara de una exclusiva.
A título de ejemplo. La señora María Fernanda Garza Merodio, presidenta de la International Chamber of Commerce capítulo México, reitera las seis acciones propuestas por su organización para “salvar a las Mipymes” y que son líneas de trabajo oficiales, como “Adaptar los programas sociales existentes dirigidos por el gobierno” y otras por el estilo.
O bien el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Carlos Salazar, quien solicita a AMLO en tono sobrado que ya deje de hablar de los conservadores y de la corrupción, que ésta no es moneda de uso corriente entre los empresarios. ¿Y la escasez de medicamentos en los últimos 16 meses es obra del Espíritu Santo o de las prácticas monopólicas de distribuidores? Entre los que, dice Obrador, abundan los políticos-empresarios, pero no los exhibe. Allí está aún el muy disminuido robo de combustibles por la vía de succionar los ductos.
Coincido con el tabasqueño de Macuspana en que la epidemia que mantuvo postrado al país durante siglos y aún ahora se llama corrupción. Además, no se supone que los dirigentes del CCE son demócratas como para pretender coartar la libertad de expresión de un ciudadano sí, pero éste además preside a los mexicanos que lo eligieron (30.1 millones) y en la actualidad cuenta con el respaldo de 45 millones de ciudadanos, si hacemos caso a las encuestas.
Es normal que los líderes empresariales que no queda demasiado claro cómo fueron electos, luchen por los intereses del empresariado, para eso están allí. Y AMLO está obligado constitucional y éticamente a cuidar del interés nacional, colocando por delante a los estructuralmente desprotegidos. Por supuesto que existen los que como el precoz anteprecandidato presidencial Enrique Alfaro sentencia: “Los empresarios de Jalisco están no enojados, muy enojados con la actitud timorata y entreguista de parte de los dirigentes nacionales que le siguen el juego todavía al presidente”.
En medio de tantas diferencias generadas por inercias y dogmas, por intereses de clase y adhesiones facciosas, conviene mucho no perder la capacidad de diálogo y negociación, no empantanarse en visiones maniqueas e incluso frívolas como Alejandro Hope y Javier Tello, ambos generalmente cuidadosos, que critican hasta el color de la corbata que usó AMLO el domingo 5; sobre todo leer y releer las advertencias del vocero del capital trasnacional, Financial Times:
“Es hora de poner sobre la mesa reformas radicales que den marcha atrás a la política predominante de las últimas cuatro décadas. Los gobiernos deben aceptar un rol más activo en la economía… La redistribución estará de nuevo en la agenda; los privilegios de los patrones y ricos, en cuestionamiento… Tal como sucedió tras la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial, para exigir un sacrificio colectivo se debe ofrecer un contrato social que beneficie a todos…”