Los periodistas también somos culpables de la caquistocracia actual

Los periodistas también somos culpables de la caquistocracia actual

El compromiso es con el contexto, contexto y más contexto.

 

Los periodistas tuvimos parte de la culpa de la polarización social de la que hoy se aprovechan políticos de los distintos partidos.

 

Los de Morena señalan la corrupción de Enrique Peña y los muertos de Felipe Calderón.

 

Los panistas acusan las asignaciones directas del nuevo Gobierno Federal.

 

Los priistas que los demás no saben gobernar.

 

En un país donde el mexicano promedio lee menos de dos libros anuales  -cifra parcial, ya que la mayoría no lee y son los lectores los que salvan la estadística-, es responsabilidad del periodista saber escribir con todo el contexto y humanidad necesaria.

 

En otras palabras, no ser maniqueo. Tratar de dar todos los elementos al lector, pues él no saldrá a buscarlos o a contrastar.

 

Calderón tuvo errores y aciertos, al igual que Peña Nieto, y su gabinete se configuró igual. Había políticas públicas exitosas, inteligentes, que tendrían que afinarse más y más para mejorar las condiciones de los mexicanos. Pero en general, hubo acciones exitosas.

 

El problema es que en el afán de mostrar lo agudo de nuestra pluma, los periodistas hablamos de lo malo, terribles, casi demoníacos que eran esas mujeres y hombres detrás del poder.

 

Esta postura que todos los medios críticos del país sostuvimos me recuerda a la crítica que escribe Anton Ego en el filme Ratatouille (cambié solo crítico por columnista):

 

“La vida de un columnista es sencilla en muchos aspectos. Arriesgamos poco, y tenemos poder sobre aquellos que ofrecen su trabajo y su servicio a nuestro juicio. Prosperamos con las críticas negativas – divertidas de escribir y leer-, pero la triste verdad que debemos afrontar es que, en el gran orden de las cosas, cualquier política pública tiene más significado que lo que deja ver nuestra columna. Pero en ocasiones el columnista si se arriesga cada vez que descubre y defiende algo…”.

 

Nunca defendimos lo correcto y no reconocimos que las acciones desde el poder impactan aún más a los gobernados que la más dura columna.

 

La arrogancia y presunción detrás de la crítica política dura, sin contexto, dejó a un México iracundo, lleno de furia contra sus gobernantes.

 

Y esa ira se alimentaba de encabezados, o de teasers en el mejor de los casos, pues el ciudadano que hoy repite constantemente “el Robo del Fobaproa”, por ejemplo, apenas ha leído tres líneas de ello.

 

Sin contexto, la simplicidad de los eventos políticos de nuestro país pasan a convertirse en una narrativa infantil: el mal contra el bien, el héroe contra el villano.

 

En esa simpleza entran con facilidad los malos conservadores y los buenos liberales.

 

La apreciación histórica de Andrés Manuel López Obrador por eso es sumamente infantil y maniquea, es blanco o negro.

 

En cambio, la vida adulta, política, la realidad, pues, es una maravillosa escala de grises.

 

Hoy el dueño del discurso anticorrupción es López Obrador.

 

Por eso el mexicano vota por él y su gente. Porque, en un falso silogismo, cree que votar por Morena es votar por la honestidad, pues los ríos de tinta que acusaron la corrupción lo hicieron sin contexto.

 

Nuevamente simplificaciones que son aprovechadas por los políticos para el contraste y la obtención del voto.

 

El Cuarto Poder tiene responsabilidad en la crisis que se viene, la económica, porque motivó a los votantes a sacar a “los terribles de siempre” que eran los de las medidas contracíclicas.

 

Nunca señalamos las virtudes de Ildefonso Guajardo, secretario de Economía, mientras criticábamos la corrupción de la Casa Blanca.

 

Nunca defendimos la estabilidad que Agustín Carstens logró, mientras acusábamos la violencia que se desató con Felipe Calderón.

 

Satanizábamos a quienes incurrían en algún escándalo político con tal dolo que no solo quedaba arruinada la vida política y personal del afectado, sino que además destruíamos poco a poco la institución que es la política.

 

¿Esta columna propone al periodismo mexicano ya no criticar para que se mantenga la caquistocracia actual?

 

No, para nada. Este es un texto que invita a tomar responsabilidades.

 

De entender que en un país sin lectores y con una aún más reducida comprensión lectora, es muy probable que el mexicano tenga una apreciación binaria de la realidad.

 

Ayudémosle a dibujar una realidad más completa y compleja.

 

Nuestros nietos lo agradecerán.