La mayoría de los países europeos ha tomado las medidas de cierre de actividades ante la pandemia de COVID-19. Sin embargo, a pesar de que Suecia registra un total de 3,447 casos confirmados y 105 muertes, en las calles de Estocolmo la gente sigue saliendo a los cafés y parques. Hay quienes todavía se saludan estrechándose la mano o abrazándose.
El gobierno sueco ha recomendado a la población mantener la distancia social, trabajar desde casa y, si es posible, que los mayores de setenta años se aíslen en sus casas como primera medida de precaución. Aun así, en comparación con las cuarentenas impuestas en otras partes del mundo, la respuesta de las autoridades ante la epidemia permite más libertades personales.
Ante esto se encuentran varias posturas. Johan Giesecke, exjefe de epidemiología de la Agencia sueca de la salud, por ejemplo, considera bueno que Suecia se erija como un caso atípico. A su juicio, otros estados europeos "han tomado decisiones políticas precipitadas" en vez de atenerse a las recomendaciones de los científicos.
En el mismo sentido, Maja Fjaestad, viceministra de Salud, apunta a que el Gobierno apunta a tomar "las acciones adecuadas en el momento adecuado". En entrevista con BBC Mundo, la funcionaria defendió esta postura, ya que Estocolmo mantiene "una estrecha cooperación con la comunidad científica", a fin de "inhibir la propagación del virus" sin afectar a la economía.
No obstante, en los últimos días cerca 2000 académicos firmaron una carta abierta en la que piden más transparencia y medida al Gobierno encabezado por el socialdemócrata Stefan Löfven. Ante esta situación, el primer ministro anunció que, a partir del 29 de marzo, las reuniones públicas en el país escandinavo se limitarían a 50 personas.
En los primeros días de la pandemia, se tomó la decisión de hacer las pruebas a todas las personas que informaran síntomas después de haber viajado a zonas de alto riesgo en el extranjero y también a las que hubieran estado en contacto con pacientes confirmados con coronavirus. Las medidas incluían hasta el aislamiento a todo aquel que hubiera estado en contacto con esas personas en los días recientes. Se les practicaba la prueba para confirmar la enfermedad.
Sin embargo, las autoridades dejaron de aplicar las pruebas en todos los casos y, en cambio, desviaron su atención hacia los grupos más vulnerables: personas de edad avanzada, otras con problemas respiratorios o con ciertas afecciones. La decisión del Gobierno sueco de cambiar el enfoque se dio luego de que se registraron los primeros casos de infección comunitaria.
Entonces, la Agencia de Salud Pública remarcó que la decisión respondió a una necesidad de priorizar mejor los recursos, a fin de enfocarse en la atención los pacientes más gravemente enfermos o en riesgo. Por ahora, el Gobierno sueco confía en que sus ciudadanos permanezcan en casa si experimentan algún síntoma de COVID-19.