La pandemia del Covid-19 colocó, como es natural, en un segundo plano epidemias mexicanas que en verdad son globales en mayor o menor medida, o por lo menos latinoamericanas y de los países en vías de desarrollo, como la inseguridad pública y como parte orgánica de ella la violencia contra las mujeres por el simple hecho de serlo y el feminicidio como su expresión más brutal.
Redacté natural, pero no aceptable porque en tierras mexicas mueren muchas más mujeres, un aproximado de 10 diarias por feminicidio, y más de un centenar de tenochcas que los seis paisanos caídos en la brega por sobrevivir al coronavirus. Dependerá del diverso y contradictorio movimiento de las feministas, incluidas las separatistas y vandálicas, impedir que el 8 y 9 de marzo de 2020 sólo quede con el adjetivo de históricos, pues lo que se requiere son consecuencias, políticas y programas para que desde la familia y la sociedad se modifiquen las raíces del patriarcado.
Por eso resulta sumamente alentador que respecto de diciembre de 2018 y febrero de 2019, en enero y febrero de 2020 los feminicidios bajaron 8%, para situarse en la aún preocupante cifra de 166 en el bimestre pasado. Y los homicidios dolosos en –4.3%, el robo de vehículos –14.5%; todos ellos ilícitos que no tienen cifra negra, es decir sin mediar una carpeta de investigación.
Atenidos al informe que presentó Alfonso Durazo en la mañanera de Palacio Nacional el martes 24, los robos en general disminuyeron 11.77% de diciembre 2018 a febrero de 2020; el robo a transeúnte –17.3%; el robo en transporte –36.7%; el robo a casa habitación –3.7% y el robo a negocios –13.7%. Tendencias que en la Ciudad de México son más pronunciadas, exitosas: –36.83% en los delitos de alto impacto en el mismo lapso; el homicidio doloso y el feminicidio –34% y el robo de vehículos –29.72%.
Si en octubre pasado Durazo Montaño dio cuenta pormenorizada del logro de un punto de inflexión en las tendencias crecientes de los ilícitos y éste fue desestimado o de plano ignorado por la mayoría de los comentócratas e informadores de la mediocracia, y organismos de la sociedad civil patrocinados por los dueños de México y de la aldea global, reincidir en tal conducta está muy bien para “la oposición fifi” –como la llamó Ricardo Salinas, dueño de Grupo Azteca, y las cámaras de Tv Azteca enfocaron a Sergio Sarmiento, y aconsejó el jefe de este intelectual: “conviene mucho se moderen”–, mas no para los que pujan por cambiar al país desde y con el gobierno, también en contra de éste, pero con prácticas democráticas, sin instalarse en políticas de la desinformación, como lo hacen Denise Dresser (“los gobernadores rebasaron a López Obrador”) y Leo Zuckermann que brinca del asiento de su casa porque “con los gobernadores surgieron liderazgos alternativos (sic) al presidente”. Genaro Lozano y René Delgado con buen estilo lo pusieron en su lugar.
Cierto, Durazo es el primero en demeritar los plausibles resultados en el combate por la seguridad pública y que en rigor son de las fuerzas armadas (Ejército, Marina y Guardia Nacional) al presentarlos en forma atropellada y anteponer a los porcentajes conquistados –sí, porque no caen del cielo, implican la pérdida de la vida de militares y policías que dejan madres enlutadas, viudas y huérfanos–, frases condicionadas: “No podemos sentirnos satisfechos”; “Aquí hay un tema donde debemos aplicarnos” o de plano “Ni en el feminicidio ni en el resto de los delitos se puede cantar victoria”. Bien por la sencillez, pero ayudará a la continuidad exitosa de esta batalla también por la vida, valorar mejor el esfuerzo, el sacrificio de los heridos y caídos por la seguridad de la sociedad, misma que alguna de sus franjas colabora más con los criminales.